Política de la literatura en Scorza: la alegoría y el reparto de lo sensible en El jinete insomne (1977), por Erení Quintanilla

Política de la literatura en Scorza: la alegoría y el reparto de lo sensible en El jinete insomne (1977)

Erení Quintanilla Rodríguez

Universidad Nacional Federico Villarreal

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En el siguiente trabajo analizaremos la relación que existe entre política y literatura en la obra de Manuel Scorza, a partir de la manera de representar de este escritor y el empleo de la alegoría. Para ello, la investigación se realizará desde el enfoque teórico de Jacques Rancière.

Antes, debemos aclarar que para Rancière:

 La política de la literatura no es la política de los escritores. No se refiere a sus compromisos personales en las pujas políticas o sociales de sus respectivos momentos (…) La expresión “política de la literatura” implica que la literatura hace política en tanto literatura (…) dicha pureza misma ( de la literatura) tiene que ver con la política. (2011: 15)

Esto quiere decir que no se debe confundir la posición político-ideológica del escritor con su obra de arte —en este caso, la novela—, que por sí misma ya es un texto político.

Para explicar por qué la literatura es política, primero Rancière define la política como “la constitución de una esfera de experiencia específica donde se postula que ciertos objetos son comunes y se considera que ciertos sujetos son capaces de designar tales objetos y de argumentar sobre su tema” (2011: 15). Ya desde Aristóteles y Platón existía una duda de quiénes eran los sujetos que podían participar en la política según su capacidad para utilizar la palabra o solo expresarse con gritos. “Pues la política comienza precisamente cuando ese hecho imposible vuelve en razón, cuando esos y esas que no tienen el tiempo de hacer otra cosa que su trabajo se toman ese tiempo que no poseen para probar que sí son seres parlantes, que participan de un mundo común, y no animales furiosos o doloridos” (2011: 15-16).

De este modo, Rancière desarrolla su teoría del «reparto de lo sensible», es decir, “esa distribución y esa redistribución de los espacios y los tiempos, de los lugares y las identidades, de la palabra y el ruido, de lo visible y lo invisible” (2011: 16). Así, el reparto de lo sensible se concibe como la democratización de los elementos que componen un mundo común, la igualdad del uso de estos elementos.el_jinete_insomne_1984_s

Por eso, la literatura es política: porque interviene “en ese recorte de los espacios y los tiempos, de lo visible y lo invisible, de la palabra y el ruido. Interviene en la relación entre prácticas, entre formas de visibilidad y modos de decir que recortan uno o varios mundos comunes” (Rancière 2011: 17). En otras palabras, la política es inmanente a la obra literaria, irrumpe desde adentro hacia afuera.

A partir de esta propuesta, se puede observar cómo Manuel Scorza pone en evidencia a sujetos que no tenían voz, a lugares que no eran visibilizados, a problemas o situaciones que resultaban desconocidos. En El jinete insomne, publicada en 1977, Scorza retrata los abusos que se cometían hacia las comunidades indígenas de la Sierra Central, como es Yanacocha, un pueblo ubicado en Pasco, alejado del centralismo de la ciudad limeña y, por lo tanto, alejado de la preocupación de las autoridades peruanas. La temática recurrente en la narrativa scorziana es la expropiación de tierras, así como las luchas campesinas. Estos son los ejes centrales de la pentalogía de La guerra silenciosa. Una guerra que se extendió a varias generaciones de campesinos sometidos por los dueños de las empresas transnacionales o por los hacendados que privatizaban sus tierras.

En esta novela específica, los comuneros hartos de tantos abusos cometidos por parte de las autoridades de su región (las constantes masacres, el caso omiso a sus reclamos, el acallamiento a sus protestas), se ven movidos por la indignación y la rabia a levantarse en armas y emprender una lucha. Precisamente, en esta novela se plantea una ruptura con las novelas anteriores de esta pentalogía, puesto que, en las historias anteriores, los comuneros realmente creían que podían ser escuchados a través de una brega popular a base de demandas, denuncias, etc. Sin embargo, todas las respuestas que obtuvieron fueron brutales masacres, violentas represiones que intentaban silenciarlos. En El jinete insomne se produce un viraje al ver que, pese a combatir por la vía legal —usando el título de propiedad de las tierras de la comunidad por parte de los campesinos—, sus derechos fueron pisoteados y, una vez más, vulnerados. El cambio reside en el hecho de optar por una lucha armada. Algo que no se había observado en las novelas anteriores.

Así, Scorza, llama a estas confrontaciones La guerra silenciosa porque no se conocían estos eventos que ocurrían en la sierra. Los comuneros eran enmudecidos a través de violentas represiones y, por lo tanto, su pugna pasaba desapercibida.

Al representar Scorza a estos sujetos, a estos lugares, a estos acontecimientos, les concede un espacio, crea una plataforma donde ellos puedan tener voz, donde puedan ser escuchados, donde sean visibilizados. Es así como se cuestiona lo que Rancière denomina el «reparto de lo sensible», pues El jinete insomne democratiza la aparición de los personajes, hace visible lo invisible, representa lo irrepresentable. En ese sentido, surge la pregunta: ¿Cuál es el elemento que utiliza Scorza para interpelar el «reparto de lo sensible»?

Scorza crea una nueva forma de representación a través del empleo de la alegoría. Para entender mejor cómo esta funciona, recurriremos al libro de Walter Benjamin, El origen del Trauerpiel alemán, donde señala que “la alegoría no es una técnica lúdica de producción de imágenes, sino que es expresión, tal como es sin duda expresión el lenguaje, y también la escritura” (2007: 379). Desde el punto de vista de Benjamin, la alegoría es la expresión de una idea que es diferente a ella misma, es decir, es una idea expresada, pero que no se la debe entender en sentido literal, sino a partir de un sentido figurativo.

Una de las características de la alegoría es la ambigüedad, es decir, “la multiplicidad de sentidos; [la alegoría] está orgullosa […] de la riqueza de sus significados […] La ambigüedad, por tanto, es siempre la contradicción de la pureza y la unidad del significado” (Benjamin  2007: 395). Así, la alegoría transgrede los límites de un solo sentido y puede representar aquello que se muestra irrepresentable. Por ello, Scorza, al emplear la alegoría en sus obras, narra aquello que está más allá de lo que puede alcanzar el lenguaje simple, el de un solo sentido.

En su libro Alegorías de la derrota, Idelber Avelar sostiene que “la alegoría no tiene nada que ver con una simple sobrecodificación de un contenido idéntico a sí mismo, que se camuflaría para escapar a la censura” (2000: 27). A partir de esta cita, se puede conjeturar que la alegoría no es usada para representar aquello que está prohibido decir o mostrar, sino para representar aquello que no puede ser representado, que no puede ser simbolizado, como pueden ser los eventos traumáticos que deja la violencia política.

Asimismo, Avelar afirma que la alegoría solo puede representar un tiempo pasado, un acontecimiento ya ocurrido: “Los índices del fracaso pasado interpelan al presente en condición de alegoría […] la alegoría vive siempre en tiempo póstumo” (2000: 15). En otras palabras, la alegoría se usa para representar aquello que ya ha sucedido y que se trae al presente, se lo retoma, para cuestionarlo a partir de nuevas significaciones.

Para Juan Carlos Galdo, la alegoría moderna está inmersa en el devenir histórico, pues “ofrece un nuevo modo de mirar a las cosas y una nueva forma de expresión que está lejos de constituir sólo una técnica de alcances lúdicos […] Es la alegoría, con su estructura dinámica, fluctuante, la que, desde su inmersión en la profundidad del ser, propicia el libre discurrir de significados” (2008: 19-20).

En El jinete insomne, la mayor representación de la alegoría opera en el personaje Raymundo Herrera, el presidente de la comunidad de Yanacocha, quien lidera la batalla popular gracias a una cualidad mágica y sobrenatural: tiene el poder del insomnio, es decir, nunca duerme.

No, no dormí. Esa noche, como todas las noches desde que contraje esta enfermedad de estar despierto, no pude cerrar los ojos. ¿Cuándo la contraje? ¿En 1705, cuando la cacica Ticsi Rimi ordenó que saliéramos a medir nuestros límites? […] No, no puedo dormir. Las noches las cruzo de blanco en blanco, recordando estas cosas. ¿O estoy soñando? Al principio, la enfermedad se me notaba en las ojeras azules. Después me alivié […] Yo ya estuve aquí. Muy claro estoy viendo lo que pasó en Yanacocha en 1824. Ese año, hasta yo creí que por fin alcanzaríamos justicia. (1977: 170)

En la cita anterior, se demuestra cómo la alegoría de la carencia de sueño representa la lucha constante. Raymundo Herrera no puede dormir porque desde que se privatizaron las tierras de esta comunidad contrajo la “enfermedad” de mantenerse despierto. En ese sentido, “estar despierto”, “vigilante” es mantenerse en pie. Y a pesar de que hayan pasado muchos años y generaciones, él no muere, no envejece. El tiempo se ha detenido para él. Estar despierto significa seguir esperando que se les haga justicia.

Más adelante, Raymundo Herrera continúa:

¿Era 1881? ¡Era! Yo tenía 63 años, ¿Quién ordenó que mi edad se detuviera? ¡Qué importa! El hecho es que estoy parado sobre el suelo de todas las generaciones, detrás de esta queja. El maíz, los hombres, los ríos, las edades, brotan, crecen, se exaltan, mueren, desaparecen. Lo único que permanece es nuestra queja. Ciertas noches pienso: ¿seré yo el único forzado a proseguir con los ojos abiertos? ¿Alguien habrá dispuesto que exista una raza de hombres despiertos, condenados a recordar, a no dormir mientras no se absuelva nuestra queja? Quizá, pues, no descansaremos jamás. No. No dormí. Me acordé de lo que sucedió con nosotros durante esa guerra. (1977: 165)

Así, se demuestra con mayor claridad la alegoría del insomnio: dormir significa darse por vencido y, en cierta medida, acobardarse, pues la comunidad de Yanacocha no se sentía segura de combatir contra las autoridades abusivas. Había cierto temor por enfrentarlas, justamente por las masacres acontecidas en las ocasiones anteriores. Por ello, Raymundo es quien azuza a la población a la rebelión. Por lo tanto, estar despierto hace alusión a la conservación de la memoria popular. Cuando no duerme, recuerda. Es consciente de la problemática indígena.

Así como Raymundo Herrera, había un alcalde que él conoció en Ancash que se llamaba Atusparia, quien padecía de la misma enfermedad que Raymundo:

Lo envenenaron quienes debían custodiarlo. Creo que así murió. Muerto ya, en vano quisieron coserle los párpados. Sus rebeldes ojos no se rindieron. ¿Qué estará mirando, ahora, debajo de la tierra? ¿Qué miraré yo cuando de mí sólo queden mis ojos, estos ojos que no se hartan de mirar –generación tras generación- los mismos reclamos, los mismos abusos, los mismos engaños, los mismos desalientos? (…) ¡Lo único que no cambia de curso son nuestras penas! (1977: 169)

Incluso, después de la muerte, lo único que está resignado a oír es la queja de la comunidad. Queja que atraviesa generaciones, queja que permanece durante siglos, y que se presenta como un síntoma de la sociedad peruana, ya que Scorza escribe su pentalogía antes de la época de la guerra interna. Sin embargo, en esta novela ya se puede observar el advenimiento del conflicto armado de los años 80.

De esta manera, Scorza, mediante el empleo de la alegoría en su novelística, crea nuevas formas de visibilidad en la narrativa peruana y se aleja de las formas tradicionales o convencionales de representación de los eventos traumáticos. Asimismo, Scorza re-ordena lo sensible al otorgarle a estos sujetos sin voz ni representatividad un lugar dentro de la novela. Crea, así, espacios de cuestionamiento a la configuración de las subjetividades, en este caso, del sujeto andino.

Bibliografía

Avelar, Idelber (2000). Alegorías de la derrota. Santiago de Chile: Cuarto propio.

Benjamin, Walter (2007). El origen del Trauerspiel alemán. Madrid: Abada Editores.

Galdo, Juan Carlos(2008). Alegoría y nación en la novela peruana del siglo XX. Lima: IEP.

Rancière, Jacques (2011). Política de la literatura. Buenos Aires: Libros del Zorzal.

Scorza, Manuel (1977). El jinete insomne. Caracas: Monte Ávila.

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