Lima, una ciudad animalizada: Augusto Higa, mímesis del personaje y el espacio, por Fabiola Guzmán Loayza

Lima, una ciudad animalizada: Augusto Higa, mímesis del personaje y el espacio

Fabiola Guzmán Loayza

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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Higa crea sus historias desde el mundo urbano limeño. Le interesa Lima desde los espacios de su propia infancia, las quintas, las calles pequeñas, las esquinas sucias y violentas. Asimismo, habla de los personajes cotidianos propios de ese entorno: los amigos del barrio que se juntan en las esquinas para hacer patota, las vecinas chismosas, los vendedores ambulantes, las cantinas del barrio, los ancianos, los locos. Higa muestra un entorno en el que los personajes buscan sobrevivir en un contexto que se presenta hostil a cada momento. Aquí radica el eje principal del planteamiento que desarrollaré: entender la ciudad como un animal, salvaje muchas veces, caótico, que logra absorber al hombre en su violencia y transformarlo.

En este trabajo, estudiaré Lima desde el concepto de violencia animalizada. Mi objetivo es mostrar a la ciudad como un ente avasallador con la capacidad de imponer su figura y violentar espacios. Enfocaré este tema desde algunos ejemplos de la obra de Augusto Higa Oshiro (1946), específicamente: Que te coma el tigre (1978), La casa de Albaceleste (1987) y La iluminación de Katzuo Nakamatsu (2008). Este escritor peruano formó parte de la generación del sesenta y también, aunque de forma tardía, del Grupo Narración. En este sentido, junto a Gregorio Martínez, Oswaldo Reynoso y Antonio Gálvez Ronceros, participó en el segundo número de “Narración”.

Que te coma el tigre (1978) es el primer libro de cuentos de Higa. Se trata de un conjunto de cuentos donde ya se puede notar el interés por el espacio urbano y marginal que va a predominar a lo largo de su carrera como narrador. Publica luego, La casa de Albaceleste (1987), segundo libro de cuentos que si bien tiene un tono menos crudo que el primero, y maneja una técnica más fluida, prosigue con los personajes que lo apasionan: hombres y mujeres que se adaptan al espacio de violencia que los rodea pues se mimetizan con el entorno; sin embargo, nunca llegan a sentirse propiamente parte de él y por esto son seres en conflicto. En 1992, publica Final del porvenir, cuyo relato nos ubica en el espacio de un conjunto habitacional en el barrio El Porvenir. Las acciones ocurren aquí y también en el mercado de La Parada. Estamos nuevamente ante escenarios convulsionados, tugurizados, bulliciosos que representan un sector y un tipo de vida. Aquí Higa nos muestra el retrato de ambulantes, vagabundos, estibadores, niños y jóvenes cuyo hogar son las calles. Hacia 1994, publica Japón no da dos oportunidades, libro de testimonios y de carácter autobiográfico donde el autor cuenta sus experiencias en Japón. Luego de varios años publica La iluminación de Katsuo Nakamatsu (2008). Esta novela puede ser considerada como una de las más importantes dentro de la obra del autor, ya que constituye la consolidación de Higa tanto en su técnica narrativa como en sus preferencias temáticas. Principalmente, en este texto los personajes de complejidad física e intelectual abundan. En los últimos años, Higa ha recibido una nueva revalorización de su obra debido a la atención crítica que han merecido sus obras Okinawa existe (2013), Todos los cuentos (2014), las novelas Gaijin (2014) y Saber matar, saber morir (2014).

La obra de Augusto Higa recorre la Lima clásica, las calles de tradición criolla y que al mismo tiempo pueden ser consideradas dentro de las más peligrosas. Los ambientes inician en el barrio de su infancia y sus descripciones logran la unión del personaje con su entorno hasta el punto de entregarnos un claro ejemplo de la ciudad y sus frutos de la violencia que la signa. Las ciudades adquieren personalidades y tienen la capacidad de transformar el entorno. De esta forma, una ciudad es un lenguaje, un ambiente, un temperamento y una individualidad. De acuerdo con esto, en la ciudad de Lima, distritos como La Victoria, Barrios Altos, el Rímac y el Agustino, pueden ser identificados como espacios de violencia donde se aplica la sobrevivencia del más fuerte. Esta ciudad ejerce su violencia sobre seres vulnerables como el provinciano, las mujeres, los niños, los homosexuales o el débil de aspecto y de mente, quienes no son respetados dentro de este espacio, y como consecuencia son marginados. Lima es entonces un animal transformador, del lenguaje y de los personajes que la habitan hasta mimetizarse con él.

Si nos detenemos a analizar nuestro espacio de vida, podemos notar que desde el principio estamos rodeados de violencia. Muchas veces en el hogar, en la escuela, en las calles. Esto se ha convertido en nuestro cotidiano y hemos aprendido a convivir diariamente con la violencia hasta llegar a normalizarla: el claxon de los autos, los gritos de los vendedores ambulantes, las personas que tiran basura en las calles, la violencia hacia las mujeres, los niños, etc. Lima es una ciudad llena de complejidades desde su disposición espacial hasta su composición de habitantes. Hablamos de una ciudad muy sectorizada con marcadas diferencias sociales que son notorias no solo en lo geográfico, sino también en el comportamiento de sus habitantes y en el entorno de violencia.

Uno de los ejemplos más claros de la mímesis de los sujetos con espacios de violencia, podemos encontrarla en el libro de cuentos Que te coma el tigre (1977), donde la ciudad es representada como un animal violento. La propuesta de este trabajo es demostrar que la violencia animalizada del espacio determina el comportamiento y la identidad de los personajes, sus roles de virilidad o sumisión. En este sentido, los personajes de Higa están mimetizados con su entorno de violencia pues es el único que conocen y que moldea sus afectos. Para mostrar mi planteamiento, analizaré y compararé los cuentos de Higa, titulados “Que te coma el tigre”, “Lolita guau guau” y “El edificio”. Para entender cómo la violencia es una costumbre heredada que constituye el signo del espacio donde se desenvuelven los personajes, me basaré en La poética del espacio (1965) de Gastón Bachelard, y “Muerte y transfiguración de la ciudad: territorios urbanos y marginalidad” de Gisela Heffes. Asimismo, para ejemplificar las formas de violencia en el espacio representado por Higa, usaré “Utopías y Heterotopías” de Michel Foucault.

En Que te coma el tigre (1977), se pueden distinguir desde un primer momento los tonos de ironía que van a caracterizar al libro desde el dicho popular “Que te coma el tigre”. Esta expresión  tiene una connotación de referencia altamente sexual y al mismo tiempo se vincula a lo violento del acto ejercido por el símbolo de poder representado por el tigre. Ese tigre es la ciudad con sus calles oscuras, llenas de callejones y secretos y que parece tener el poder de arrasar con todo aquello que encuentra a su paso; ese tigre es el mismo hombre en toda la expresión de su violencia donde el espacio en el cual se ubican y desenvuelven los personajes resulta de vital importancia para entender sus acciones.

Estamos ante barrios criollos tradicionales, religiosos y al mismo tiempo marcadamente violentos. Son espacios donde la ley de más fuerte es la que predomina y en este contexto, el “diferente” es sometido ante una violencia diaria. Hablamos de un “diferente” en condiciones de poder, y este puede ser un provinciano, una mujer o alguien que simplemente se vea distinto en aspecto. En “Lolita guau guau”, el autor nos muestra la imagen de barrio en el grupo de amigos que hacen “palomilladas”, que se divierten haciéndole bromas a la gente y molestando a las muchachas.

Un cuerpo le corta el paso, “Buenos días, amiguita”, dice con voz cantada. La muchacha lo elude, da unos pasos y otra cara le hostiga cerrando de golpe la calle: “Cómo está, amiguita”. Temerosa vuelve hacia atrás y un tercer muchacho forma un ruedo, “No se nos vaya, amiguita”. Ella se agazapa sobre sí, girando y rehuyendo, luego, en el centro, mira con irritación y desafío. “¿La podemos acompañar?”, musita una voz. “No sea tan mala”, corean los otros. El asedio se va cerrando, cargado de palabras obscenas y agresivas; la muchacha se defiende con interjecciones acompañadas de débiles puñaladas. (1978: 25)

Se puede notar en la cita la imagen de un espacio claramente dominado por la figura masculina que hace sentir todo su poder por medio del grupo. La escena es intimidante y nos muestra a la muchacha como una presa al medio. Llueven entonces las preguntas, los insultos y parece que no hay escapatoria. Por un lado, este grupo de amigos son los protagonistas de este cuento y son expresión de un ambiente violento donde la mujer es el foco del deseo carnal más grosero y material Por otro lado, la mujer,  lejos de protestar o actuar agresivamente en rechazo a las acciones de las cuales es víctima, lo asume de una forma muy pasiva. Si bien ella expresa cierta molestia, estas son muy débiles, como lo dice el mismo párrafo: “La muchacha se defiende con interjecciones acompañadas de débiles puñaladas”. Considero que esta cita se refiere a pequeñas quejas que, sin embargo, no llegan a ser una protesta real ante el abuso. Finalmente ella misma se deja llevar por el entorno ya que forma parte de él.

Puede aplicarse aquí lo que menciona Bachelard en La poética del espacio: “la casa natal ha inscrito en nosotros la jerarquía de las diversas formas de habitar” (1965:48). Esa casa es la casa de nuestros códigos de vida, aquellos con los cuales se crece. De acuerdo con esto, los personajes de Higa están tan mimetizados con su entorno violento, que es el de su infancia, con el que han convivido desde siempre. En este sentido acciones como acosar a una mujer en la calle resultan cotidianas. Asimismo, resulta natural que las victimas lejos de buscar un cambio o protestar, terminan siempre siendo tragados por el poder del animal urbano.

Está es una realidad agresiva donde el hombre se presenta como un sobreviviente de su entorno; sin embargo, no lo enfrenta sino que aprende cómo moverse dentro de él pues es el único espacio que conoce. El barrio de Higa son los amigos de infancia, la esquina como centro de reuniones y el bar de siempre como albergue de anécdotas y testigo de las aventuras diarias. En “El equipito de mogollón” y en “Parados mirando las gaviotas”, identifico personajes jóvenes viviendo y enfrentando situaciones de acuerdo con su realidad. Nuevamente, como menciona Bachelard, “El cosmos forma al hombre, transforma a un hombre de las colinas en un hombre de la isla y del río” (1965:84) pues ese espacio violento tiene la capacidad de hacer actuar al hombre de acuerdo a sus exigencias. Entonces, hablamos de valores convenientes a las situaciones. Por ejemplo, en “El equipito de mogollón” ante la situación de sobrevivencia del más fuerte, el dinero es una necesidad también y para conseguirlo se hará lo necesario por encima de las convicciones personales y los valores, pues hay que sobrevivir en ese espacio violento que constantemente transforma al hombre. Los espacios, entonces, producen complejos roles sociales. Como sostiene Foucault (1999) en su concepto de “heterotopía”, el espacio en el cual vivimos es heterogéneo y lleno de complejidades, donde todo se encuentra vinculado. Es así que los personajes de Higa expresan los mecanismos e ideologías de ese mundo convulsionado.

Que te coma el tigre configura un espacio dentro del cual sus personajes buscan adaptarse constantemente a geografías urbanas, pues tienen que vivir en ellas y muchas veces son finalmente arrastrados por la violencia de esas realidades. De esta forma, nos encontramos con el cuento que lleva el mismo nombre del libro. Higa nos muestra nuevamente al barrio reflejado en el grupo de amigos que viven eternamente enamorados de la vecina “pituquita”. La atracción que los muchachos sienten hacia ella radica en verla diferente, en el color de piel y en el comportamiento, por lo cual se mantiene constantemente alejada de ellos. Esta situación cambia un día sin razón aparente y ella empieza a compartir ese espacio y cotidiano que son acelerados y violentos. Finalmente, es sorteada entre todos los amigos y el ganador tendrá la dicha de pasar una noche con ella a cambio del dinero que han juntado entre todos. Una vez más, el personaje no se resiste al entorno de violencia sino que participa y acepta, por lo mismo, su propia condición de marginalidad.

A partir de esta obra, Higa inicia un recorrido por calles y personajes que describen espacios violentados. Un segundo libro que podemos ubicar en este tránsito es La casa de Albaceleste (1987). Este es un libro de cuentos que continúa con el tema eje en este narrador: el hombre y su relación con el entorno que lo envilece y lo mimetiza hasta deshumanizarlo. Sin embargo, advierto que en los cuentos de este libro, adquiere una importancia el recorrido del personaje por el entorno a través de los años. De acuerdo con esto, analizaré la siguiente cita:

Una tarde soleada de mayo, un hombrecito llegó a la ciudad, y más que a la ciudad, a una oficina del tercer piso del Ministerio de Educación, en busca de un funcionario, pariente lejano de su familia, quien le daría trabajo y lo ayudaría, según le habían dicho en su pueblo. Con su mejor indumentaria, camisa blanca, pantalón limpio, zapatos de charol y sombrero de paja norteño, esperó en la secretaría. A la mañana siguiente, se presentó en la misma oficina y con la misma actitud pacífica, después de un largo preámbulo, dejó su carta de recomendación, y tampoco lo atendieron. Durante varios meses, impasible, terco, el hombrecillo llegaba con los empleados, subía al tercer piso, se colocaba frente al despacho del jefe y permanecía inmóvil en la pared, sin que la secretaria se diera el trabajo de recibirlo. (1987:15)

Este es el inicio del cuento “Corazón sencillo” que forma parte de La casa de Albaceleste. El personaje es Heriberto Vargas, hombre de provincia que un día llega a la capital en busca de trabajo. A lo largo de la narración se puede ver un cambio en el proceso de su vida, desde que aparece por primera vez y se muestra como un hombre humilde, muy trabajador, pasando por su proceso de adaptación a la capital y su vida en los sectores más populares de Lima hasta su locura total y su ascensión a los cielos. En concordancia con esto, citaré un pasaje de Gisela Heffes en “Muerte y transfiguración de la ciudad: territorios urbanos y marginalidad” donde menciona: “La condición marginal de los sujetos representados en estas narrativas de la desigualdad transforma los cuerpos (sean propios o ajenos) en un recurso natural privilegiado”. (2012:130). Es así que el individuo adquiere las características del entorno y en el caso específico de los personajes que crea Augusto Higa, el contexto violento de la ciudad logra comerse al hombre y transformarlo.

Para finalizar el desarrollo del concepto de la ciudad como animal, comentaré brevemente La iluminación de Katzuo Nakamatsu. En esta novela somos testigos de la deshumanización, pues se va mostrando la perversión de la mente del individuo en una búsqueda constante por ubicarse en un espacio dentro del mundo: un país, una familia, un trabajo, donde se siente rechazado constantemente. Katzuo es un profesor universitario de mediana edad, viudo y desempleado quien paulatinamente empieza a experimentar una desconexión con la realidad. Recorre las calles de una Lima pervertida. El narrador describe con detalle las caminatas y los seres que habitan los lugares con los cuales interactúa Katzuo y que de alguna forma han sido y son testigos a veces silenciosos y otras veces activos en las variaciones que ha ido tomando su vida, desde ser un “normal” hombre casado, profesor y con una vida tranquila, hasta encontrarse totalmente solo, desempleado y al borde de la locura. En este sentido, quiero destacar el siguiente viaje por las calles limeñas:

A las diez de la mañana, como si se sumergiera en un territorio entrañable recorrió la Bausate y Meza popular, con sus muchachos en las bocas de las puertas y sardineles. En la esquina de Lucanas, junto al poste, un auto estacionado, la radio a todo volumen, y las botellas de cerveza desparramadas. No eran más que las paredes desconchadas, las grises techumbres, la librería o el quiosco de periódicos, los colchoneros y botelleros en Parinacochas, las cornisas quiñadas, el efluvio de los comercios  con sus horribles patios, y los mismos olores de sancocho. Saludó a un vecino con la pálida adustez diaria, entre el amontonamiento de vehículos, los tricicleros y los vagabundos recicladores con sus costales, y la muchedumbre de puestos y naranjas en Giribaldi. Al llegar a Huánuco, rondaban los malandrines, no obstante trepó el microbús, y sin pesadumbre, sorteando baches y arterias derrengadas, enrumbaron hacia Grau. (2008:42-43)

Este es un recorrido por varias de las calles con nombre propio más tugurizadas y violentas de Lima. Los adjetivos utilizados para la descripción de cosas, personas y lugares enfatizan en el aspecto descuidado y amenazante del entorno. El personaje se desliza de forma natural por ellas pues son las calles de su infancia, de toda su vida como hijo de inmigrantes japoneses que se asentaron en estos barrios cuando llegaron al Perú. Podríamos pensar que a lo largo de los años, repitiendo estos recorridos, la locura que probablemente siempre existió en Katzuo fue incrementándose, alimentada por la convulsión del entorno violentado. Así, una vez más estamos ante esta Lima animalizada que en toda su furia arrasa con el hombre.

Si bien de acuerdo con el ejemplo anterior, estamos hablando de una mímesis del personaje con su entorno, también él mismo se mimetiza con dos personajes que lo remiten a sus orígenes. Por un lado, Etsuko Unten, japonés que buscó iniciar una lucha reivindicativa de los nisei en la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, Martin Adán, poeta peruano con el cual se identifica a partir de sus continuos encuentros con la belleza y lo grotesco en sus largos recorridos por las calles limeñas:

Las experiencias amargas, la crisis y los peligros, le hacían regresar a lo que él consideraba sus naturales raíces asiáticas, pero no tenía amigos, ni personas que lo ampararan, e igual que ahora, retornaba solo a enfrentarse con la propia oscuridad, siguiendo el instinto, orientándose a su propia nulidad, taciturno y feroz. Es el instante culminante en que trastoca su indumentaria, y se acerca vivencialmente a Etsuko Untén/ Martín Adán, para enfrentar el desprecio de su entorno, pues ya lo sienten paranoico con su traje obsoleto y su demencia informe, pero que a él lo dejaban indiferente, lejano, sin nada que explicar, como si no tuviera humano corazón. Allí con su sombrero gris, la gabardina triste, su bastón intransigente, se alejaba por las calles en sus paseos de la tarde, curiosamente en pleno verano, sin importarle el calor, ni el bochorno, cuando los perros ladraban y drogadictos y chicheros le pedían monedas en las esquinas. (2008:70)

Esta es la etapa del desarrollo de la locura en Katzuo. Se encuentra en la total invalidez y es amparado únicamente por las figuras con las cuales se identifica. Para darle una orientación teórica a esta parte y entender la configuración espacial en Higa, citaré un fragmento de “El efecto del lugar”, donde Bordieu indica:

La posición de un agente en el espacio social se expresa en el lugar del espacio físico en que está situado (aquel a quien se caracteriza como “sin casa ni hogar” o “sin domicilio fijo” no tiene – prácticamente – existencia social), y por la posición relativa que sus localizaciones temporarias (por ejemplo los sitios de honor, ubicaciones reglamentadas por el protocolo) y sobretodo permanentes (domicilio privado y domicilio profesional) ocupan con respecto a las localizaciones de los otros agentes; se expresa también en el sitio que ocupa (por derecho) en el espacio a través de sus propiedades ( casas, departamentos u oficinas, tierras para cultivar, explotar o edificar, etcétera). (1999:120)

Tomando como referencia esta cita, se puede entender que el espacio es lo que transforma la existencia de Katzuo y lo conduce a la locura. En algún momento fue un ciudadano “normal”, trabajaba, conocía y era amigo de todos los vecinos, frecuentaba las cantinas y molestaba a las muchachas. Desde entonces, Katzuo inicia su proceso de deshumanización en el cual el entorno juega un papel decisivo. Lima es un animal devorador que ha destruido a Katzuo, lo ha hecho parte de él hasta desaparecerlo en la locura que es parte de él mismo y de las calles que recorre.

Conclusiones

El espacio en el cual se desenvuelven los personajes de Augusto Higa está signado por una costumbre heredada. La violencia que viene desde el nacimiento, sigue con los recuerdos de la niñez, de la adolescencia, continúan en la juventud y se establecen hacia la adultez. Es entonces que el hombre experimenta un recorrido hacia el envilecimiento y la deshumanización pues su entorno violentado logra cambiarlo. El hombre acepta su condición buscando sobrevivir en un espacio que constantemente lo degrada y donde nunca será aceptado, por lo cual tendrá que aprender a sacar provecho de esa misma condición para sobrevivir. Sin embargo, el entorno urbano finalmente logra tragarlo todo con su violencia. Es necesario enfatizar la función del espacio de Lima como una realidad agresiva donde el hombre se presenta no solo como una víctima sino como un sobreviviente. Es así que Higa más allá de ser considerado un escritor nisei del desarraigo, debe ser considerado un hablante del espacio violento de Lima, de una semiótica urbana que sus personajes aprenden para sobrevivir. No obstante, ellos son devorados por el animal que es la ciudad.

Bibliografía

Bachelard, Gastón (1983). La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica

Bordieu, Pierre (1999). Efectos del lugar. En La miseria del mundo. Madrid: Akal.

Foucault, Michel (1999). Espacios otros. Versión, 9,15-26.

Higa, Augusto (1978). Que te coma el tigre. Lima: Lámpara de Papel Editores.

Higa, Augusto (1987). La casa de Albaceleste. Lima: Lluvia Editores.

Higa, Augusto (2008). La Iluminación de Katzuo Nakamatsu. Lima: Editorial San Marcos.

Heffes, Gisela (2012). “Muerte y transfiguración de la ciudad: territorios urbanos y marginalidad”. Cuadernos de literatura, 32, 113-152.

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