Yushimito, Carlos. Marginalia. Breve repertorio de pensamientos prematuros sobre el arte poco notable de leer al revés. Lima: PEISA, 2018, 314 pp.
En un escenario marcado por el predominio de las formas narrativas tradicionales, Marginalia (2018) aparece para marcar una ruptura, aunque al mismo tiempo se alimenta de aquellas formas literarias para su propia gestación. Desde luego, esto no debe sorprendernos si partimos del hecho de que Carlos Yushimito es uno de los escritores más sobresalientes de la literatura peruana y latinoamericana contemporánea. Quizá por esta razón gran parte del libro se define a través de la visión madura y certera de un escritor consciente de sus influencias, pero que al mismo tiempo no abandona una cualidad que para él es superior a la de escritor: la de lector.
Al recorrer las páginas de Marginalia, podemos encontrar aforismos, escritura ensayística, prosa poética, sentencias, reseñas, relatos cortos, e incluso cierta escritura académica. Si bien es cierto, este tipo de tradición prosística no es predominante en la literatura peruana, por ello es imprescindible destacar como antecedentes al Ribeyro de Prosas apátridas y de La tentación del fracaso, así como al Loayza ensayista, pero también al Loayza escritor de microrrelatos filosóficos (presentes en El avaro)[1].
Marginalia (2018) es una reedición de su versión original (2015), esta vez bajo el sello PEISA. La diferencia cuantitativa respecto de la edición anterior llama la atención, sobre todo porque esta vez se percibe con amplitud la variedad de prosas en las que incursiona su autor. Como el propio nombre lo indica, las “marginalias” son notas o glosas que se realizan en el margen de los libros. Sin embargo, sería falso afirmar que las reflexiones de Yushimito son solo comentarios, porque es posible rastrear una estructura temática definida a lo largo de las seis secciones en las que se divide el libro: la primera parte se centra en la actividad de lectura; la segunda, en una variedad de temas principalmente de índole social y política; en la tercera hay una constante reflexión a los avatares de la crítica literaria (muchos de estos textos son reseñas); las secciones cuarta y quinta se focalizan en el tono aforístico, con un mayor énfasis en el plano creativo antes que el reflexivo; por último, la sección sexta se caracteriza por el predominio de la experiencia del yo y cierto tono confesional. Desde esa perspectiva, puede afirmarse que Marginalia supone un recorrido desde un estilo más impersonal y de la postura de lector, hasta culminar en la revelación de la propia poética de Yushimito como escritor, quien nunca deja de ser lector al mismo tiempo.
El texto empieza con una clara preocupación por el sentido de la lectura en un tono más literario. Se nos dirige con un lenguaje poético, haciendo un formidable uso de la metáfora de la lectura como una forma inicial de sanación ante la escritura-cicatriz; a la medida que se aproxima a la segunda parte el lenguaje se torna más ensayístico y académico, en consecuencia, es a partir de aquí donde el tono de la prosa empieza a perder ese carácter ingenioso y creativo que deslumbraba al inicio. Las referencias literarias, científicas y filosóficas caen en cierto lenguaje hermético y en un academicismo que dificulta la relación autor-lector –que tanto había insistido el “autor” en sus primeras reflexiones- porque estas suponen de antemano un tipo de lector especializado en los temas específicos que se van desarrollando. Más allá de preferencias personales, creo que este rasgo contradice el objetivo inicial –y predominante- de la obra. Dicho estilo no cambia en la tercera parte, pues aun cuando se tratan de reseñas, el tono academicista reduce su carácter más libre o ensayístico (en su sentido más esencial: distinguir la propia voz y visión del autor antes que la pura rigurosidad analítica procedente de la formación universitaria o institucional en general). De hecho, esto resulta más llamativo en entradas como la 83, donde apelando a Luiselli, el autor cuestiona el tipo de crítica literaria que se ejerce en la actualidad. La reflexión cierra con un tono pesimista –como muchas partes del libro- que parece condecirse con el tipo de escritura que el autor nos ofrece en varios momentos: el tono académico debe predominar para evitar realizar críticas “salvatruchas” caracterizadas por lo informal o superficial. ¿No existen acaso otras formas de ejercer la actividad crítica? Curiosamente, la entrada 98 expone con claridad esta relación dependiente –y fagocitaria- entre la vida literaria y la vida académica. Pareciera que para Yushimito el ser consciente de ello no es suficiente para trazar una independencia en su escritura.
Por otro lado, la tercera parte también desarrolla agudas reflexiones sobre la figura del escritor en la actualidad, así como cuestiona la mitificación de los autores del Boom, temas que traspasan –o deberían traspasar- los claustros académicos. Sin embargo, la voz discursiva de las siguientes secciones del libro retoma la fuerza del carácter creativo, y muchas veces poético, que se avizoraba al inicio del libro. Considero que esta es la mejor faceta de Yushimito, sobre todo por la capacidad de expresar de manera concisa grandes reflexiones sobre el acto de escritura y lectura, que si bien por momentos corresponden a altos niveles de erudición, no abandonan el tono humorístico alcanzado en varios momentos del libro[2]. Además, a esta cualidad cercana a lo aforístico se suma el tono confesional o íntimo expresado en la última sección: una indagación en la experiencia corporal del acto de escribir, donde el autor se desdobla en otros entes, especialmente de índole animal, como un devenir deleuziano.
Marginalia es un texto que merece ser considerado como un punto de inflexión en el curso de la literatura peruana actual, sea por su carácter no ficcional, su desafío a las formas narrativas y prosísticas convencionales, así como por el nivel metadiscursivo que alcanza al volverse una lectura sobre otros textos, muchos de ellos, por cierto, pertenecientes a la literatura peruana. De esta manera, el libro puede leerse de muchas formas, pero en todas ellas, el nivel de reflexión crítica es ineludible, por lo que se vuelve un ejercicio oportuno en un escenario literario donde cada vez la crítica literaria se ejerce con menor rigurosidad. Con aciertos y desaciertos (sobre todo por su deuda con el academicismo), Yushimito nos ofrece un texto con muchas aristas imaginativas y reflexivas. Asimismo, este libro permite interrogarnos sobre los derroteros de un escritor fundamental en nuestra tradición, por lo que no deja de ser llamativo que este texto haya sido ignorado o poco considerado en los mentados recuentos de año[3]. Pero principalmente, el autor nos hace recordar –siguiendo a Eliot- que la escritura y la lectura nos brindan distintas formas de sanar y purificar esa escritura que ya existe previa a nosotros. Y de modo implícito, Yushimito nos demuestra su propia capacidad sanadora en el presente literario.
Notas:
[1] En el escenario latinoamericano, se me viene a la mente la figura de Piglia con innumerables textos reflexivos que bordean lo ensayístico y lo narrativo, y que se desarrollan de forma majestuosa también en sus Diarios. Siempre en este tipo de textos aparece el proceso de lectura como protagonista. Aunque Yushimito rodea la misma temática, su concepción de la lectura proviene de una tradición diferente a la de Piglia, sus influencias son muy diferentes, por ejemplo. Asimismo, desde otro horizonte, es oportuno mencionar la figura de José Carlos Agüero como un escritor que ha optado por la escritura aforística, aunque desde el terreno de la (contra)memoria en Persona (2017). No deja de ser llamativo que en los dos últimos años aparezcan textos de esta índole. ¿Hay un cuestionamiento al horizonte narrativo de la literatura peruana? Esto puede tener mayor alcance si se piensa en la disminución de publicaciones en el género narrativo durante el 2018. En cambio, la poesía peruana ha tomado un repunte cuantitativo y cualitativo en los últimos años a partir de una llamada (nueva) poesía joven, y sus consecuentes polémicas. La cuestión es que en el género narrativo no pareciera existir polémicas, con lo cual su relevancia pierde terreno, a menos que veamos la prosa no ficcional como una respuesta implícita y desestabilizadora.
[2] Este punto no es menor teniendo en cuenta que la literatura peruana está poblada de una prosa seria y alejada de la ironía.
[3] En concreto me refiero al recuento realizado por el crítico José Carlos Yrigoyen, considerado por muchos como referente y juez de la escena literaria nacional. ¿Por qué Yrigoyen pasa por alto un texto tan importante en el sentido literario y crítico?
Asimismo, el tipo de reseñas que escribe Yrigoyen es un claro ejemplo de lo que denomino actividad crítica con problemas de rigurosidad, sobre todo si pensamos en su recuento, pero de hecho podría mencionarse otros nombres, donde algunos calificativos bastan para expresar la importancia de ciertos autores. Esto de por sí debe hacernos cuestionar el propio criterio de los “recuentos”, porque más que reflexiones críticas, la mayoría de ellos consisten en simples listas de obras publicadas durante el año. Sorprendentemente, desde espacios trasgresores y con agendas inclusivas, la respuesta a los recuentos “oficiales” ha sido una confrontación a partir de una lista “alternativa” de obras (claro está, refiriéndose a textos marginales). ¿Pero no caen también en el mismo fantasma de la simple enumeración cuando el sentido de toda subversión debe partir desde un horizonte crítico (y claro, crítico consigo mismo) en su búsqueda de lucha por la hegemonía entendida en el sentido gramsciano?
Lenin Lozano Guzmán
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
University of Pennsylvania
*Esta reseña fue publicada también en la web personal del autor: https://relampagosenlosojos.com