La búsqueda mística de la voz propia entre las fuerzas del amor y la naturaleza en La luz pródiga (1956) de Sarina Helfgott

Christian Bryan Cachay Luna

christian.cachay@unmsm.edu.pe

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

En su estudio La literatura peruana en el siglo XX, Estuardo Núñez consideró a La luz pródiga (1956) de Sarina Helfgott Eidelman (1928-2020)como un poemario de “recobrado e intenso lirismo en las expresiones de alta poesía”(1963, p. 278). A pesar de estas palabras tan auspiciosas, son pocos los estudios que se centran en esta obra, la cual no solo se constituye en el primer libro de la escritora; sino que, además, nos abre las puertas a su mundo creativo, a fin de brindarnos una visión de la poética que guiará su quehacer literario.

En ese sentido, La luz pródiga se planteaba como una propuesta innovadora, que rompía con los formatos clásicos de un libro, optando en su lugar por uno de folletín de 33 centímetros, que incluían un total de diez cantos, acompañados por tres ilustraciones abstractas especialmente realizadas para el poemario por el pintor Luis Figueroa Yábar, el mismo que, además, sería impreso con un tiraje de 200 ejemplares, cada con uno su número correspondiente.

A nivel de contenido, La luz pródiga representa la búsqueda personal del yo poético por alcanzar una trascendencia espiritual que anhela ser compartida con el ser amado. Para tal fin, éste deberá establecer una relación mística con la naturaleza que emerge frente a sus ojos como un medio de purificación y renacimiento, como se aprecia en el Canto I: “Vamos, vamos así, de la mano/ desnudos para nacer al río;/ de tal suerte empezar de nuevo/a ser hermanos, árboles, infancias. / Con las pupilas a los vientos, sin facciones como un dios sorpresa, / hemos llegado nunca y tan hondo/a nuestras únicas voces propias” (Helfgott, 1956, p. 7).

En este sentido, es necesario resaltar cómo la poeta adopta símbolos que evocan el bautismo judeo-cristiano donde, a través de un rito de inmersión en el río, el individuo se liberaba de los pecados para renacer en Dios.  Del mismo modo, en este caso, el yo poético aspirará a renacer de nuevo, a fin de unirse a la naturaleza y lograr un autoconocimiento más profundo que le permita encontrar su voz propia. 

A pesar de lo anterior, la naturaleza no es la única fuerza poderosa que emerge en el poemario. Por el contrario, esta confluirá, además, con el poder del amor, que será capaz de acallar la voz del yo poético. Así lo podemos apreciar en el Canto II: “Desiertas eran las criaturas y sus frutos;/rumorosas hubieron de fluir/el sueño de algún extraño planeta, /la sed de algún hermoso animal/para devenir tu presencia y amarte;/en la permanencia del círculo, /en la corola alucinada, /en las aguas sensibles del pensamiento. /Por eso digo: tal vez el amor, /y enmudezco.”(Helfgott, 1956, p. 9).

Tal y como se puede observar de este verso, la dualidad entre el amor y naturaleza no es excluyente. La presencia del amor requiere de la naturaleza viva y creadora para materializar el encuentro de los amantes. De esta manera, el yo poético buscará que su vínculo con la naturaleza trascienda lo individual para poder alcanzar a su amado a través de su canto: “Yo te llamo desde a través de los manantiales/ y de la solitud del tigre/ y de todas las criaturas erguidas y no sombras.”(Helfgott, 1956, p. 11). Así, como Beatriz a Dante, el yo poético buscará guiarlo en esa travesía mística, alejándolo de los peligros que les impida poder entenderse: “Sígueme por el cauce de los sueños/ y de la infante brisa/ y de la música que aún no se ha vertido. / Yo no quiero que a los rostros/ les mutilen su lenguaje.”(Helfgott, 1956, p. 11).

En este sentido, la comunicación cobra un rol fundamental para el yo poético, quien verá en la naturaleza una fuente de inspiración y medio de expresión de sus emociones y frustraciones, valiéndose para ello de metáforas y símbolos naturales: “Me circundan los frutos dormidos;/ surgen como de la noche, anónimos, lejanos/ -sedientas voluntades adivinando la raíz del agua“ (Helfgott, 1956, p. 13).  

Será precisamente esa voz emanada de la búsqueda esencial del autoconocimiento, la que finalmente, sobrevivirá ante la ausencia del ser amado, manteniendo el amor en un estado de latencia, a pesar de la imposibilidad de alcanzar una comunicación: “Pudiera ser que transitando en pupila de ave/hablare a tu corazón. / Pudiera ser también que alejándome dos mundos/ en la órbita del tiempo /bebiere tu marino silencio elemental” (Helfgott, 1956, p. 17).

En última instancia, será el fin místico de autoconocimiento el que se imponga en el poemario, empoderando a la voz poética frente al mundo: “Escucharé la propia voz/erguirse en el centro de la noche/ -como un vegetal de luz/ brotar los insondables espacios–/descifrando el lenguaje insospechado de la sangre”(Helfgott, 1956, p. 21). Hecho que, además, le abrirá las puertas a los mundos posibles de la imaginación: «Habito el Sol remoto /La semilla esencial /Donde concluye la voz /En el origen sin tiempos/ De siempre/ Donde el mar se ramifica/ En infinitos”(Helfgott, 1956, p. 23); y donde, además, el yo poético deja un espacio para cantar a la nostalgia: “¿En qué árbol, en qué límite de pez, / en qué alba inútil desciendo/ al polen de mil universos/ para retornar tus pupilas/ tan en silencio . . . cantando?”(Helfgott, 1956).

De esta manera, se puede concluir que, Sarina Helfgott, a través de La luz pródiga, nos plantea una poética en la que sus versos se nutren de la naturaleza viva y la empoderan a través de la comunicación, permitiéndole conocerse a sí misma y expresar las emociones más profundas de su alma. Asimismo, nos invita a reflexionar sobre el amor y la naturaleza como fuerzas vitales de la existencia humana, insertándose así dentro tradición romanticista que exalta la naturaleza y su relación con el individuo.  

Bibliografía

Helfgott, S. (1956). La luz prófuga (Primera). Talleres Gráficos P.L.

Núñez, E. (1963). La literatura peruana en el siglo XX. En J. Pareja Paz Soldán (Ed.), Visión del Perú en el siglo XX (pp. 243–352). Studium.

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