Pilar‌ ‌Dughi,‌ ‌la‌ ‌escritora‌ ‌inmortal‌

 Por Angélica Ordoñez y Manuel Ortiz

Psiquiatra y escritora sanmarquina, Pilar Dughi Martínez fue una mujer tan ingeniosa como misteriosa. Gracias a su producción, escasa pero fructífera, de 40 cuentos y una novela, ha sido reconocida como una de las narradoras peruanas más importantes de las décadas de los 80 y 90 por los más importantes críticos literarios.

Por su característico perfil bajo, existe poca información acerca de su vida personal. En el seno de una familia nuclear: ambos padres y dos hermanos bastante alejados, la autora de “La premeditación y el azar” optó por hacer de sus amigos su familia extensa.

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“Pilar era una psiquiatra de avanzada, una psiquiatra comunitaria”

Marina Piazza, psicóloga y amiga laboral de Pilar, la conoció por un proyecto en común en la cual ambas trabajaban: Salud mental y desarrollo humano. “Desarrollamos muchas actividades juntas. Tiempo después, emprendí una Unidad de Investigación de Salud Mental con ella. No nos interesaba tanto el trabajo clínico individual, sino las políticas públicas para favorecer que las personas tengan acceso a la salud mental”, precisó.

Pilar era una psiquiatra comunitaria, testimonio de ello es la serie de módulos que hizo para el Ministerio de Salud sobre cómo trabajar la salud mental en atención primaria. Tuvo un rol importante en el periodo inicial: participaba dando orientaciones, dictaba cursos, lideraba discusiones; creando, así, las bases de los lineamientos. En ese momento, el modelo de atención de esta especialidad era absolutamente hospitalario, donde las personas que tenían un problema terminaban en instituciones muy grandes, alejados de su familia y, generalmente, se deterioraban más. 

“Era amorosa ‘la Pilar’, brillante, pero además muy sencilla y creativa. Recuerdo mucho su tranquilidad, su entrega y su capacidad de trabajo en equipo. Integraba bien su inteligencia y sensibilidad en su obra literaria”, declaró Marina, con una sonrisa nostálgica.

La misma sonrisa que puso Susana Giesecke –psiquiatra y una de las mejores amigas de Pilar- cuando le preguntamos acerca de la amistad que las unió durante casi 20 años.

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“Fue una mujer bastante atípica por su ruta de vida y su propuesta literaria, porque recorre algo que se atreven muy pocas mujeres”

Susana y Pilar no tuvieron el mejor comienzo: “Yo había considerado tener una plaza en el Hospital del Empleado, había hecho mis cálculos y pensé que podría lograrlo. Pero apareció esta chica Pilar Dugui, y pidió la plaza que quedaba. Por ello, ya te imaginarás que mi primera reacción fue: ‘quién es esta antipática intrusa, salida de no sé dónde, que vino a copar la plaza que pedía’. Y tuve que irme al Hospital de Policía, a hacer mi residencia durante toda la época del terrorismo”, comentó.

Terminado el concurso de las plazas, una entusiasmada Pilar se le acercó y le dijo:

– ¡Hola! ¡Tú eres Susana Giesecke!

– Sí…

– ¡Ah! ¡Yo conozco a tu familia!

-Ah ya, qué bien…

-¿Hacia dónde vas?

– Como estoy un poco “asada”, me voy a ir hasta Wilson, y de ahí iba a tomar un micro a mi casa.

-¡Ah ya, yo también voy por ahí!

Esa tarde, Susana descubrió que Pilar vivía a tres cuadras de su casa, que hace bastante tiempo se había graduado en Medicina de San Marcos y que le interesaba mucho la mente criminal. Mas no era consciente que esa larga charla, en el micro, era el inicio de una amistad interminable.

La sede central de los cursos teóricos era el Hospital del Empleado, y ahí coincidían para compartir los casos que recibían, las escenas de espanto de pacientes desafiantes, amenazantes y desadaptados que se convertirían en insumos importantes para la literatura tan particular de Dughi: “A veces, nos quedábamos hasta las dos de la mañana leyendo los historiales clínicos. Con ella y su infinita creatividad y fantasía, se nos podían ocurrir las cosas más extremas acerca de estas personas, a quienes visitábamos para ver en qué contexto vivían; luego, ella se sentaba a tomar apuntes de todo lo que le sucedía”, confesó Susana.

No solo asistían a las mismas clases, también trabajaron juntas. Una mañana de 1995, Fernando Andrade -ex alcalde de Miraflores- visitó a Susana para invitarla a trabajar en el Municipio. “Necesitaba un equipo, y en la primera persona que pensé fue Pilar”, afirmó. La convenció de trabajar juntas y lograr cambios en las personas. “Nos encargamos de todo el área social de Miraflores, estaba un desastre; pero ella dijo: ‘Ni hablar, vamos a darle protección a los niños y a las mujeres’ ”.

“Ahí, fundamos Jacarandá, un programa de prevención y atención de niños y adolescentes, con muchos servicios. Había mucho que dar y ella estaba comprometida en tareas tan complicadas como comunicarse con las autoridades, pero Pilar redactaba documentos que generaban una actitud de recepción total por parte del alcalde. Tenía el talento de convencer a la gente insensible y demostrar qué les convenía. Los primeros trofeos que tuvo la Municipalidad de Miraflores fueron por ella: la innovación del programa Jacaranda fue premiado por las Naciones Unidas, ya que logramos detectar chicos maltratados y abusados en lugares insospechados como los colegios Humboldt y San Silvestre”, comentó orgullosa.

Gracias a Pilar, Susana descubrió que la salud mental y la literatura son muy complementarias. “Ojalá los psiquiatras lleváramos cursos de literatura con ella hoy en día porque así nos libraríamos un poco de las exigencias de la psiquiatría americana y nos orientaríamos a ser más tolerantes”, dijo.

Fue testigo de la entrega que caracterizaba a la joven escritora. “Ella pasaba mucho tiempo sola, escribiendo. Ella y su computadora. Podía tomarse unos cafés y quedarse hasta las 2 de la mañana. Y, cada semana, se podía leer tres o cuatro libros por lo menos”, sostuvo.

Pilar tenía una capacidad impresionante para muchas cosas, hasta para ser sarcástica, como bien recuerda Susana: “Si estuviera ahora con nosotros, vería a los nuevos monstruos, los rateros de guantes blancos, esos personajes políticos, y habría inventado 2000 chistes acerca de eso. Era la manera en que regulaba la rabia que le daban las cosas. No despotricaba, ni insultaba, sino lo expresaba con humor”.

“Ojalá la conmemoraran más seguido. Porque fue una mujer bastante atípica por la ruta de vida y por su propuesta literaria que recorre algo a lo que se atreven muy pocas mujeres. Casi todos sus libros me los ha dedicado como ‘La eterna Scout’, ¡Lista para todo! Bastaba que me llame y me diga: ¿Oye, qué haces?, tengo estos planes, ¿vamos? Y le respondía: ¡vamos!”, contó, con una risa contagiosa.

A pesar del tiempo, Susana reconoce haber llorado intensamente por el fallecimiento de su amiga, durante muchos años. Y es que todo fue muy rápido. Pilar se sentía mal y, a los pocos días, le pidió recomendaciones acerca de quién debería examinarla. Corrían los primeros días de enero del 2006, cuando conocieron el diagnóstico: le quedaban tres meses de vida.

“Estuvimos hasta el final. Con dos amigas más, Alexandra Buckler y Patricia Portocarrero, hacíamos los turnos: le llevábamos colonias, le leíamos libros, le contábamos los chismes, etc. También la llevé a terapias de meditación para que se relaje. Como se dice, la acompañé a cerrar el quiosco”, puntualizó. 

Susana siempre recordará a su mejor amiga como “una persona estupenda, con quienes los humanos más humanizados estarían muy a gusto de compartir su legado, sus escritos; para enriquecerse, conocer otros aspectos personales, porque creo que en las lecturas uno siempre encuentra una cosa sobre sí mismo”.

Pilar Dughi ha dejado una huella imborrable en todos sus amigos, la familia extensa que ella eligió tener. Sin embargo, posiblemente, la persona que más la recuerda, desde lo más profundo del alma, es Marco Martos, poeta, docente y crítico literario.

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“Escribí muchas veces inspirándome en ella”

La conoció en los 80, cuando ella trabajaba en Flora Tristán. “Había un taller de literatura, que dirigía Fernando Vidal, un autor y profesor de San Marcos. Yo fui a la salida. Entre sus alumnas estaba Aida Balta, Mariella Sala, y Pilar. Ahí la conocí, cuando ya era una escritora reconocida”, recordó Martos, claramente.

Marco confesó que bastó con leer “La premeditación y el azar” para considerarla un gran talento, una autora fuera de serie. El también crítico literario considera que, solamente, hay un ejemplo, de los años 80 para acá, de otro autor varón con la misma potencia y calidad de Pilar: Jorge Ninapayta. 

“Yo diría que estos dos autores son los que continúan de manera más lograda esa perfección en el cuento. Desgraciadamente, los dos han fallecido dejando una obra bastante producida. Junto a Ribeyro, y estoy diciendo palabras mayores, son los mejores ejemplos de autores de cuentos de las últimas décadas”, sentenció.

Como confirma Martos, Pilar tenía una voracidad por el conocimiento y, sin contradecir su vocación por la Literatura, secreta al comienzo, pudo conocer el alma humana a través de la Medicina. Ella nunca dejó de ser psiquiatra. No tuvo consultorio propio, pero sí recibía a algunos pacientes que luego eran derivados. Realizaba un tratamiento de emergencia, “era como salvar a un suicida”.

Sin embargo, ella nunca dejó de lado la literatura. Siempre la cultivó y logró convertirla en una narrativa tan única como ella misma. Según Marco, es su escritura andrógina lo que la hace tan especial.

En el prólogo del libro Todos los cuentos, Mariella Sala refiere que Pilar tenía 80 bandas, y el poeta lo interpreta: “la mayor parte de escritores hablan en primera persona; eso puede ser muy rico, pero tiene un límite. Una persona que escribe sobre su familia, sus amigos o sobre lo que le pasa, puede ser muy interesante; pero, ¿no es más notable hablar de todos? Pilar tenía esa capacidad. La experiencia de esas 80 bandas es hablar en la voz de un varón, en la de una niña, en la de una mujer mayor, un médico, un campesino de la Sierra, o en la de pobladores de la Amazonía”

“Al tener todos estos puntos de referencia originales, quiere decir que cualquier humano le era importante. Se trata de una característica propia de los mejores cuentistas y novelistas: la mente andrógina, o sea la mente que puede escribir desde el punto de vista de un hombre o el punto de una mujer. Casi nadie lo logra”, aclaró.

Tolstoi, en Anna Karenina, y Flaubert, en Madame Bovary, son los mejores ejemplos de autores andróginos. Mientras que, en América Latina, Clarice Lispector -la gran escritora brasileña a quien Pilar admiraba- es la mejor representante, Dughi sería el mejor ejemplo en el Perú.

Entonces, ni neutra ni feminista. La literatura de Dughi es mucho más que ello: humana, siempre defendiendo a la población vulnerable (niños, mujeres y ancianos). Martos admite que ella dejó huella en su actitud literaria. “Yo también he escrito algunos poemas en piel femenina, lo aprendí de Pilar”.

“Recuerdo que tuve alguna pequeña influencia sobre ella, en pequeños detalles. Por ejemplo, en ponerle el título a su única novela, que se trata sobre cómo los bancos se quedan con el dinero de los que mueren”. El título inicial era Libreta de ahorros; pero un día Marco le mencionó una copla de Ayacucho que es terrible y graciosa al mismo tiempo: “Debajo de tu puerta tengo dos puñales escondidos, uno para ti y otro para tu prometido”. Y ella exclamó emocionada: “¡Puñales escondidos! ¡Ese es el título de mi novela!”

Existen facetas poco conocidas de Pilar Dughi: fue directora de Flora Tristán y Manuela Ramos, ambas importantes ONG en el Perú. “Era una persona con gran capacidad de gobierno. Hubiera podido ocupar cualquier cargo político. Sería ministra, actualmente”, sugirió sonriendo.

Esa nostálgica sonrisa se iba convirtiendo en un nudo en la garganta al recordar a la mujer que lo impresionó demasiado. “Escribí muchas veces inspirándome en ella, como los versos de “El sol negro de la melancolía”; pero la menciono explícitamente en “El cortejo de las sombras”, un poema que redacté cuando ella estaba enferma”, recalcó.

Él la recuerda escribiendo, siempre escribiendo. “Yo diría que es, y ando con cuidado para decir esto, la escritora peruana más original”.

Dicen que uno no muere al dejar de respirar, sino cuando nadie lo vuelve a recordar. El día en el que olviden tu sonrisa, tu voz, tu mirada, tus defectos y virtudes, ese día es en el que realmente mueres. Por su personalidad tan única como su obra literaria, Pilar Dughi jamás será olvidada. Marina Piazza, Susana Giesecke, Marco Martos y demás amigos y admiradores nos encargaremos de difundir su legado que supera el tiempo y el espacio.

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