Por Nicol Gutierrez y José Reyes
(Red Literaria Peruana)
Claudia Salazar Jiménez, investigadora que acaba de obtener el Premio “Sylvia Molloy” de The Latin American Studies Association (LASA) y autora de La sangre de la aurora (2013), nos concede esta entrevista para poder dilucidar nuevas cuestiones que surgen en torno a su labor ficcional.
Red Literaria Peruana: ¿Cuál fue el proceso para hallar esta forma de representar el terror, el miedo y la violencia en el texto? ¿Cómo encontraste esta estrategia discursiva?
Claudia Salazar Jiménez: Desde el primer relato breve que dio origen a La sangre de la aurora, decidí que la estructura de la novela debía ser fragmentaria y romper la temporalidad lineal. Esto tenía que ver con mi intención de contar la violencia contra las mujeres durante el conflicto armado desde una perspectiva femenina, que no había sido el eje de otros relatos previos en la literatura peruana. Lo femenino no tiene que ver exclusivamente con incluir personajes/protagonistas mujeres, sino con una perspectiva de las subjetividades marginales que alimentara toda la estructura novelística y mis elecciones estéticas: fragmentación, quiebre del lenguaje, ruptura de la linealidad temporal o un aparente caos de voces para dar cuenta de esa violencia.
RLP: El quiebre progresivo en la sintaxis de algunos pasajes de la novela, causado por la violencia, produce un sentimiento de hallarse cerca al dolor femenino, irrepresentable en la palabra escrita. ¿Fue una intención inicial causar este efecto o lo descubriste en el proceso mismo de escritura?
CSJ: Pienso que la potencia de la escritura radica en su capacidad de aproximarse a lo que se concibe como lo “inenarrable”. De esa máxima tensión creo que surge algo que dice más allá de lo que ya ha sido dicho. Y en ese proceso me interesaba también que el lector se viera involucrado en la historia, es decir, que no le pasara desapercibida. ¿Cómo podría pasar desapercibida una violencia de tales implicaciones? El lector tenía que meterse en la historia, y los procedimientos discursivos que utilicé son una manera de invitarlo a entrar y a no salir de ella.
RLP: Entendemos que Modesta representa a un personaje andino que sufre múltiples tipos de violencia, tales como la sexual, física, psicológica, etc. Creemos que una forma de expresar su condición de víctima que no tiene voz propia se refleja en el uso de la segunda persona. Modesta logra recuperar cierta autoridad y confianza hacia el final del texto; sin embargo, se sigue con la narración en segunda persona, ¿ello sugiere el hecho de que este personaje carezca de voz propia?
CSJ: Escogí el narrador en segunda persona para Modesta, precisamente, para remarcar su paso de ser una víctima a ser una sobreviviente, a pesar de todo lo que le ha sucedido, de todos los abusos que ha sufrido. Cuando ella dice “Estoy harta. Me cansé”, su voz se apropia directamente de la narrativa, tiene agencia. El narrador en segunda persona ya no vuelve para referirse a ella. Modesta se hace cargo de su relato desde la primera persona y será su voz, sumada a un colectivo de voces femeninas, la que lleve la novela a su final.
RLP: En distintos pasajes de la novela, notamos cómo los personajes femeninos crean vínculos de complicidad entre ellas. ¿Esto se podría entender como un ejemplo de sororidad?
CSJ: No estoy muy segura de etiquetar los vínculos femeninos de mi novela como una cuestión de complicidad o sororidad. Los veo más como una propuesta de construir una comunidad entre sujetos que son considerados marginales y que encuentran puntos de contacto en esta marginalidad.
RLP: A pesar de haber indagado en los informes de la CVR, ¿fue una intención inicial construir una obra que se aleje del discurso político oficial sobre la violencia del conflicto armado, o lo decidiste en el transcurso de la labor creativa?
CSJ: Pensar en escribir una novela desde el punto de vista femenino implicó, para mí, escribir desde fuera del discurso oficial. En esto puedo decir que tanto la elección del punto de vista femenino como de las otras elecciones estéticas, se enlazan con esta mirada antioficial. Lo femenino encarna todo lo que está fuera de discurso.
RLP: Los tres personajes femeninos (Modesta, Marcela y Melanie) que representan aquellas voces que se han visto silenciadas por el discurso oficial, se encargan de saciar un deseo de superación, a pesar de las condiciones de su entorno. ¿Crees que esa es la actitud que se debe tomar para enfrentar y rechazar las estructuras machistas en la sociedad en que habitan las mujeres?
CSJ: Esa frase, “saciar un deseo de superación¨, encaja en una lógica de autoayuda y de marketing editorial —un deseo de acumulación de capital ya sea material o simbólico— que me parece bastante lejana de la ética y la estética de mi novela. La propuesta de La sangre de la aurora se orienta a una deconstrucción de las estructuras patriarcales, que se opone, definitivamente, a esa mirada del “deseo de superación”. No hay que superar nada, sino sobrevivir a la violencia para desarmar las estructuras que la permiten. Se trata de darle vuelta al sistema, no de perpetuarlo.
RLP: Así como sucede con los personajes en las novelas Adiós, Ayacucho y Rosa Cuchillo, en donde hallamos seres que buscan una especie de redención, ¿crees que las tres mujeres en la obra la encuentran o todavía se hallan en ese proceso de duelo?
CSJ: La palabra “redención” tiene un matiz muy cristiano que justamente la novela critica, así que prefiero evitarla. El duelo es otra cosa, y habría que preguntarse hasta qué punto el de estas tres personajes no es también el de nuestra nación. ¿Se ha concluido este proceso? ¿Es posible concluirlo sin que todas las voces hayan sido escuchadas?
RLP: ¿Qué te impulsó a no brindar una imagen condescendiente frente al conflicto armado como sucede, por ejemplo, en Abril rojo de Roncagliolo o La hora azul de Cueto? Teniendo en cuenta, claro, que las víctimas no solo fueron los habitantes del ande.
CSJ: Pienso que la literatura más interesante es aquella que nos lleva a pensar más allá de miradas condescendientes. Cada escritor tiene sus propias decisiones y apuestas éticas y estéticas; eso es innegable. A mí me interesa una escritura que ofrezca a los lectores otras maneras de mirar la realidad y los hechos históricos. Me interesa una literatura que cuestiona lo que sucede y que ofrece una invitación al lector para reflexionar, que lo inquiete.
RLP: Así como has comentado que para escribir La sangre de la aurora sentiste la necesidad de adentrarte en los informes de la CVR, en los audios de Elena Iparraguirre, también has mencionado que, para escribir algunos cuentos de Coordenadas temporales, utilizaste archivos periodísticos. ¿Cuán importante es para tu labor artística el encuentro con documentos?
CSJ: Como menciono en la pregunta anterior, me interesa una escritura que sea cuestionadora y que permita a los lectores reflexionar sobre lo que sucede. Tomo los hechos de la realidad como una fuente para mi escritura, como un disparador para pensar en lo problemático, conmovedor y doloroso de lo humano. De todo aquello que nos parece casi rutinario, pero debajo de lo cual se esconden temores y desigualdades.
RLP: Basándonos en la lectura de tus dos primeros libros, ¿qué es lo que te motiva a refractar, en ciertos personajes, la angustia causada por las políticas de la modernidad, tales como el capitalismo, la productividad y la creencia de una ideología total?
CSJ: Se trata de sentirme en sintonía con el presente. Vivimos en un contexto histórico donde estas angustias se agazapan en los actos más mínimos e impensables. Y, más aún, no creo que se trata únicamente de esto, sino también de qué otros mundos posibles podemos crear e imaginar a través de la literatura. Pensar y escribir sobre otros posibles vínculos que nos permitan tomar aire frente a estas tensiones y violencias angustiantes.
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