Leer “Círculos violeta” hoy, en medio de los constantes debates en torno al rol de las mujeres en la sociedad, constituye una muestra de la plena vigencia que revela la narrativa de Magda Portal. En efecto, el relato que aquí presentamos destaca por su hondo cuestionamiento a los imperativos culturales de la “maternidad”, y por representar, con tensión y conflicto, la decisión (y consecuente liberación) de una mujer en una situación difícil de asimilar para la sociedad conservadora.
En ese sentido, desde este espacio manifestamos nuestro deseo de ver pronto una urgente reedición de El derecho de matar (1926) para seguir explorando la casi desconocida narrativa breve de Magda Portal.
CÍRCULOS VIOLETA
Humareda de angustias hasta ahogar las lágrimas de las estrellas.
Caminaba por el camino sin direcciones, estremecida por los fantasmas de la neurastenia.
Y es que en el fondo de las entrañas, con un chisporroteo tenue, sintió el hervor de una vida que no era la suya.
AMOR.
¿Pero es que el Amor encierra la única razón del Hijo? Ya debiera encenderse dos ojos profundos la ceguera criminal de la Naturaleza.
¿Para qué?
Día a día, como puñal que penetra en una roca, se le clava la interrogación.
¿Para qué?
Todas las noches mirándose en el espejo de su carne fatigada y enferma por el proceso lento, se le apretaba el corazón. Y hubiera querido, con el espíritu en las rodillas, amanecer como si fuera todo un sueño.
¿PARA QUÉ?
Le quemaba el hierro de la pregunta.
Sus pulmones mordidos por la tuberculosis, su soledad, su vida sin objeto, vagabunda en la vastedad hostil de la tierra.
¿Para qué, pues, el hijo? ¿La prolongación de las lágrimas mudas del abandono del extravío? ¡La prolongación de la miseria del mundo!
Y la negación rotunda no le rasgaba las entrañas.
Todos los días hervía un poco más aquel fermento del acaso.
De sus ojos brillantes y lánguidos salía a bailarle en las orejas y en la cara extenuada.
Y en verdad sentía como si llevara en su vientre todo el dolor de la humanidad.
Los fantasmas de la neurastenia le hundían sus dedos en las celdillas del cerebro.
En sus ojos empezaron a inmovilizarse los paisajes más rojos.
Cuando llegó la Hora, cayeron sobre sus pupilas los telones de la indiferencia.
Le miró curiosamente— como una muñeca de biscuit.
Tenía la claridad de la aurora en sus pupilas, y las carnes suavemente rosadas. —Era una niña.
Lloraba— estremeciendo la dulce masa de su carne.
Le envolvió en unos trapos y se echó a andar por las calles- como siempre no llevaba dirección.
Al fondo divisó en su mole blanca, el Hospicio de Huérfanos— Retrocedió. —Incubador de esclavos y asesinos.
Camino en sentido contrario. —La masa negra del río, tan profunda y tan negra, que parecía inmóvil, copiaba el panorama del cielo.
Le miró largo rato recostada en un árbol.
Después envolvió a la niña en su amplio abrigo, y sencillamente la arrojó.
El río se abrió en un punto para dejar pasar a la huésped —y se volvió a cerrar.
Solo un instante se quebraron las estrellas en sus ondas revueltas.
LA MADRE tomó el regreso a su posada —bañada en indiferencia.
Se insinuaba la aurora —como en los ojos de la niña.
Todos los pájaros lloraban.
Portal, Magda (2000 [1926]). Círculos violeta. En Minardi, Giovanna (comp.), Cuentas. Narradoras peruanas del siglo XX. LIMA: Flora Tristán & El Santo Oficio.