Christian Bryan Cachay Luna
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
Los estudios sobre la generación del 50 en el Perú resaltan el rol fundamental que tuvo en la renovación de la literatura en nuestro país. A pesar de lo anterior, es necesario señalar que esta renovación no solo se restringió a la literatura; sino que también se extendió a diferentes formas de expresión artística. Esto se debe, principalmente, a que dicha generación estuvo conformada por escritores, músicos, artistas plásticos, historiadores, intelectuales y autodidactas, cuyas vidas y obras marcaron a las generaciones posteriores (Gutiérrez, 1988, pp. 50–52).
Entre esta pléyade de artistas, destacaron diversas figuras femeninas que incursionaron en el periodismo, la pintura, la danza, el teatro, entre otras disciplinas. Uno de estos casos es el de la escritora Sara Helfgott Eidelman (1928-2020), también conocida como Sarina Helfgott, quien dedicó su vida a cultivar y difundir el arte en sus diferentes formas de expresión. Poseedora de una versatilidad especial, fue poeta, dramaturga, antologadora, crítica literaria y periodista, labor en la que también destacó como crítica de danza y música.
Nació en Chiclayo en el año de 1928, hija de Gregorio Helfgott y Mary Eidelman, inmigrantes besarabianos ashkenazitas de lengua yiddish que se asentaron en la ciudad de Chiclayo (Chirinos, 2022, p. 51). Tanto los Helfgott como Eidelman fueron familias ampliamente reconocidas por su rol dentro de asociaciones y círculos culturales judíos en Perú, como la «Sociedad de Beneficencia Israelita Sefardita» (Trahtemberg, 1987, p. 111), la «Unión Israelita en el Perú» (Trahtemberg, 1989, p. 25) y la «Sociedad Unión Cultural Israelita» (Trahtemberg, 1989, p. 125). Bajo este contexto, Sarina Helfgott desarrolló un pensamiento crítico y una sensibilidad artística que podemos ver plasmados en su obra literaria, donde convergen sus orígenes judíos, así como una comprensión profunda de la realidad peruana y una mirada íntima de la vida.
A mediados de la década de los años 50, se publicó su primer poemario La luz pródiga (1956), conformado por diez cantos y tres ilustraciones especialmente realizadas por el artista Luis Figueroa Yabar. A través de este libro, el yo poético emprende un viaje de autodescubrimiento personal, que busca compartir con el ser amado para juntos alcanzar una conexión mística con la naturaleza, que les permita descubrir su voz propia y expresar, de manera más pura, sus sentimientos. De esta manera, la poeta explora temáticas como el amor, la pasión, la muerte y la trascendencia del ser, a través del uso de símbolos y metáforas naturales cargados de una musicalidad especial.
En 1962, se publicó su segundo poemario, El libro de los muertos, que incluyó un prólogo del escritor Juan Ríos; una dedicatoria a sus padres; y un total de ocho poemas, por medio de los cuales la poeta rinde un sentido homenaje a sus raíces y un desgarrador tributo a lo acontecido al pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Este libro es estudiado, a nivel internacional, como parte de la denominada «poesía del holocausto», así como una muestra de la expresión artística de la comunidad judía en la poesía contemporánea hispanoamericana (Lipp, 1982, p. 539). Entre sus poemas destacan «Hans», cuyo discurso nos remite a la retórica irónica de Marco Antonio en Julio César de Shakespeare, al representar la doble moral de los soldados nazis que, de espaldas a la verdad podían ser considerados ciudadanos modelos y, sin embargo, no dejaban de ser asesinos. Otros poemas especialmente conmovedores son “Tus ojos” y “Carta a un niño asesinado”, ambos dirigidos a un pequeño judío víctima del holocausto, cuya trágica infancia marca de manera indeleble la memoria del yo poético, más aún al contrastar su propia infancia protegida de peligros frente al sufrimiento experimentado por aquel niño inocente en los campos de concentración.
A inicios de la década de los años 70, Sarina Helfgott publica su tercer poemario llamado Ese vasto resplandor (1973), una antología que reunió todos sus poemas escritos de 1957 a 1971. De esta manera, el poemario está compuesto por 45 poemas divididos en ocho secciones, ordenadas desde los más recientes, «Poemas» (1971), hasta los más antiguos, «Del hermano» (1957). En ellos se observa una clara intertextualidad con su primer poemario, al volver a abordar temáticas como el amor, la pasión y la exaltación de la naturaleza como espacio idílico, fuente de inspiración y expresión al cual el yo poético busca huir. En contraste, la ciudad surge en el poemario como un espacio sin belleza poética, donde la escritura es muda y el poeta corre el riesgo de perder su identidad.
En cuanto a su producción dramatúrgica, es necesario señalar que su primera obra, La Red, data del año 1953. Sin embargo, el verdadero impulso a su actividad teatral se dio a partir de la década de los años 60, un periodo de profundos cambios en las tendencias dominantes en las artes dramáticas peruanas. En este sentido, se considera a Sarina Helfgott, junto con Elena Portocarrero y Sara Joffré, como una de las tres dramaturgas que contribuyeron activamente al movimiento teatral limeño(Suárez, 1972, p. 267). Del mismo modo, se considera que formó parte de un contingente de escritores que colaboraron con la renovación del teatro nacional, al romper con el paradigma dominante del teatro de autor, eminentemente literaturocéntrico, optando en su lugar por una perspectiva que otorgaba mayor importancia a la práctica escénica, a la par que al texto literario(Vargas, 2014, pp. 29–30).
El investigador Carlos Suárez destaca la forma en la que Sarina nos brinda piezas de teatro conmovedoras, de fuerte realismo poético; así como personajes profundamente dolidos, en cuyos dramas personales se ahonda (Suárez, 1972). Entre sus obras teatrales, sobre sale La jaula, un drama de un solo actoestrenado en el Club Teatro el año 1961, donde se plasma la crisis de la relación entre Oscar, un domador de leones, y Rebeca, su pareja. En la obra, se contraponen la frustración furibunda de Oscar y el silencio obstinado de Rebeca, quien ya ni siquiera le encuentra sentido a la confrontación, demostrando así un claro desdén y hastío derivado de su vida junto a Oscar. Esta interesante pieza de teatro llevó a Sarina Helgott a recibir el Premio al Mejor Autor otorgado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Asimismo, le brindó reconocimiento internacional, al ser estrenada en Lima, Buenos Aires y Cambridge; además de ser traducida al inglés y al holandés (Helfgott, 1973). Otra obra relevante es La Señorita Canario, la cual aborda la búsqueda de la libertad y la frustración del amor. Esta pieza obtuvo una mención honrosa del Centro Peruano de Teatro en 1965; y, además, forma parte de la historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú, al haber sido elegida para ser estrenada y publicada en el marco de las celebraciones por sus cincuenta años de fundación en el año 1967 (Peirano, 2015, p. 74).
Por su parte, la crítica internacional ha resaltado el trabajo de adaptación de Sarina Helfgott de la Antígona de Sófocles al contexto y la realidad latinoamericana, al ambientar la historia dentro de sistema gamonalista, heredado de la colonia, que esclaviza a los indígenas y sojuzga a la mujer, el cual será amenazado por levantamientos guerrilleros que buscan derrocarlo (Núñez, 2020, p. 273). Otras miradas, como la de Karín Chirinos, ven dentro de esta Antígona ecos de la obra de José Carlos Mariátegui, vinculados al problema del indio y la propiedad de la tierra; así como una unión empática de los indígenas y judíos, como pueblos injustamente oprimidos, elevando así el duelo personal de Antígona, a una lucha colectiva (Chirinos, 2022, pp. 56–60).
Finalmente, es importante resaltar la gran labor que Sarina Helfgott realizó como promotora cultural, a través de su columna «Caballo de Madera» en el diario El Correo; así como directora de la revista cultural Tiempo y del taller Arte Sahmar, inaugurado el 28 de febrero de 1979 (Leonardini, 2000). Además, promovió el Primer Festival de Escritoras Peruanas de Hoy, que la impulsó a realizar dos antologías denominadas Poesía (1959) y Cuentos (1959), siendo esta última aquella que la convirtió en la primera mujer antologadora de cuentos peruanos e impulsora de una conciencia de género en la historiografía de la literatura peruana, al seleccionar exclusivamente escritos de mujeres (Martínez, 2015, pp. 328–329).
En conclusión, la figura de Sarina Helfgott Eidelman trasciende más allá de lo que hasta ahora se ha escrito sobre su vida y obra. Su incansable labor para la visibilización de la literatura escrita por mujeres marca la ruta que debemos seguir las generaciones posteriores que buscamos devolver a nuestras escritoras el lugar que les corresponde en nuestra historia literaria. Del mismo modo, a través de su poesía y obras teatrales, podemos ver cómo supo abordar de manera magistral temáticas universales como el amor, la pasión, la muerte y la trascendencia del ser; sin dejar de lado su compromiso con la memoria histórica del pueblo judío; así como una lucha por justicia, de cara a la realidad política y social de nuestro país; legado que debe seguir inspirando a futuras generaciones de artistas y escritores.
Bibliografía
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