Cecilia Bustamante: al encuentro con una voz del autoexilio

Alejandra Monterroso

Universidad Nacional Federico Villarreal

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Cuando se habla de la poesía peruana de la generación del 50, se suele resaltar mayoritariamente la perspectiva masculina y, si se habla de “voz femenina”, únicamente se menciona a Blanca Varela, quien tuvo que enfrentar diversas circunstancias para ser valorada como el resto de sus colegas y cuya obra fue más estudiada, y difundida con mayor interés, recién a finales de los setenta. Más allá de ese panorama, existen poetas de gran valor literario que han vivido marginadas de la popularidad y no han sido incorporadas al canon literario hegemónico. Uno de estos casos es el de Cecilia Bustamante (Lima, 1932 – Austin, 2006).

Su historia familiar es interesante. A pesar de haber nacido y vivido en Lima, sus padres fueron de origen arequipeño y de Santillana del Mar en España. Además, tuvo parentesco, por línea materna, con Flora Tristán (pensadora feminista) y, por línea paterna, con Alfonso Ugarte Vernal (héroe de la guerra del Pacífico), figuras emblemáticas en nuestra historia peruana. Del mismo modo, mantuvo cierto vínculo familiar con los presidentes Guillermo Billinghurst y José Luis Bustamante y Rivero. Respecto del ámbito literario, vale la pena destacar que fue sobrina política de José María Arguedas, quien se casó con su tía Celia Bustamante.

Su formación académica inició entre 1947 y 1948 en la Escuela de Bellas Artes en Lima, donde terminó graduándose de profesora. Sus trabajos iniciales fueron enseñar en unidades educativas y, posteriormente, conformó la comisión encargada de verificar la educación artística para el Ministerio de Educación. En periodismo, laboró como editora para el diario La Tribuna; redactora para La Crónica y La Prensa; y en el área de publicidad para el diario Última hora. Firmó algunos de sus artículos con el seudónimo de Anita Kipp. Por su labor periodística, conformó la directiva de la Federación de Periodistas. Por otra parte, manejó una galería de arte llamada Puerta del Sol. En el extranjero, trabajó como traductora y fue nombrada como profesora visitante en la Universidad de Austin en Texas. Por su labor, el alcalde le ofreció el puesto de Arts Comissioner.

Las amistades de Cecilia fueron grandes artistas peruanos que la apoyaron en momentos muy difíciles. Entre ellas figuran reconocidos pintores peruanos: Víctor Delfín, Alberto Quintanilla, Manuel Zapata Orihuela y Alberto Guzmán. El escritor Carlos German Belli le dedica un artículo, titulado “Cecilia Bustamante, hela aquí”, en el que la describe como “una Eva del siglo xx, que contra viento y marea se yergue firmemente contra los consabidos avatares humanos, y que abrazará un encendido pensamiento político, en particular los postulados feministas” (p. 45). Este testimonio evidencia el admirable comportamiento de nuestra autora frente a una sociedad patriarcal y el carácter transgresor de su pensamiento en contraposición con los paradigmas conservadores de su tiempo. Por ello, su interés por el pensamiento disidente de la época la llevó a conocer a la escritora y activista Magda Portal, con quien fundó el Centro Peruano de Escritoras (CPE) el 2 de septiembre de 1976, hoy inexistente. Ambas figuras estuvieron muy ligadas al activismo para la igualdad de las mujeres en la sociedad civil y compartieron mucho tiempo en Estados Unidos, donde Bustamante fue el apoyo de Portal en todo sentido. Incluso, la ayudó a preparar una entrevista con la directora de la Benson Collection (parte de la red de bibliotecas de la Universidad de Texas), a quien Magda Portal pretendía vender su archivo.

 Los problemas familiares, las diversas actividades sociales y los desaciertos en el ambiente literario desencadenaron su autoexilio. En una entrevista con Sandro Chiri, en 2006, publicado en la revista Martín, la autora menciona la situación en la que se fue del Perú: “Me fui con treinta dólares y dos hijas el 6 de enero de 1959” (p. 22). Entonces, tuvo que enfrentar una realidad completamente distinta a la que había vivido en su país natal. A partir de esa fecha viajó a diversos países como España, México, Bélgica y Estados Unidos. Residió en este último desde 1973 hasta su fallecimiento en 2006. En la misma entrevista sostiene que llegar a este país fue satisfactorio porque distinguieron su presencia y le ofrecieron trabajos que le permitieron continuar con sus proyectos culturales y vivir con tranquilidad.

         Entre sus logros más destacados está el haber sido la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Poesía del Perú en 1965 por su poemario Nuevos poemas y audiencia. Si bien un reconocimiento conlleva un festejo por lo obtenido y una satisfacción personal, Bustamante se sintió decepcionada por el descontento del ámbito poético masculino de esa época; ni siquiera le brindaron una celebración por el logro. Incluso, la poeta denuncia una confabulación que habría buscado propiciar un distanciamiento con la poeta Blanca Varela: “los literatos trataron de opacar mi distinción y gratuitamente me organizaron una rivalidad con Blanca Varela” (p. 22). El machismo que imperaba en el circuito literario nacional la dejó sumamente afectada.

         Por otra parte, la autora ha recibido diversos reconocimientos posteriores como el Premio Especial para contribuciones a las Artes Latinas de la Liga de Artistas Chicanos; el Austin Hispanic Writers Award; la Condecoración San Francisco de Borja en el grado de Reconocimiento Comunitario, otorgado por la Municipalidad de San Borja en 2003 debido a su importante labor en la cultura y literatura peruana; el reconocimiento por parte del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. De la misma manera, recibió el homenaje de la Universidad de Mexicali en México por su trabajo a favor del reconocimiento de la mujer. Fue miembro de honor de la Sociedad Nacional Hispánica de los Estados Unidos y de la National Museum of Woman of in the Arts.

La vida de Cecilia Bustamante era causal con su escritura: sus textos son muestra de su lucha por los derechos de la mujer. En este breve repaso escritural, encontramos que sus primeros textos ya mostraban la sensatez con la que pensaba nuestra autora. Su poesía alcanzó prestigio internacional y llegó a ser traducida a varios idiomas, como francés, alemán, italiano, inglés, portugués, flamenco, sueco, entre otros. Su labor poética inicia en 1956 en algunas revistas limeñas, y en la antología Tres poetas: Cecilia Bustamante, Jorge Bacacorzo y Arturo Corcuera, asimismo, con Altas hojas, prologado por Juana de Ibarbourou, quien elogió su madurez poética, y con un colofón escrito por el crítico literario Luis Alberto Sánchez, publicado por el Ministerio de Educación Pública; también publicó Símbolos del corazón, el cual cuenta con una nota de Antenor Orrego (1961, Ediciones de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Colección Forma y Poesía); Poesía (1963, Ediciones Flora), así como Nuevos poemas y audiencia en 1965 por la misma editorial; El nombre de las cosas publicado en Montevideo (1970, Editorial Alfa); Amor en Lima (1977, Ediciones de La Manzana Mordida); Discernimiento en México (1982, Premià Editora de Libros); Modulación transitoria (1986, Ediciones Capulí); y Guardia de Corp. (2005, Paradise Books). Además, uno de sus poemas, llamado “El astronauta”, se encuentra en el Archivo de la Era Espacial del Smithsonian Institute. En el ámbito ensayístico tiene diversos trabajos que abordan la escritura elaborada por mujeres, los medios de comunicación, el cuerpo y la escritura, entre otros temas de su interés. Algunos de sus trabajos más conocidos son “Una evocación de José María Arguedas”, un testimonio que aborda los recuerdos del reconocido escritor Tayta Arguedas, sus tías Alicia y Celia, así como la peña Pancho Fierro; asimismo, “Intelectuales peruanas de la generación de José Carlos Mariátegui”, publicado a finales de 2005, en el cual recorre la vida de diversas mujeres intelectuales que conformaron la misma generación que el Amauta.

         La prolífica vida escritural y activista de nuestra autora muestra que es una de las voces más importantes de tránsito de la generación del 50, la cual propicia a la generación del 60, a pesar de ser invisibilizada por los críticos de ese momento. El ocaso de nuestra escritora se da el 13 de octubre de 2006, meses después de la entrevista que se emplea como referencia para esta reseña. Su deceso fue abrupto debido a un cáncer que padecía. Pese al diagnóstico, nuestra autora se mostró resiliente a la situación y con fortaleza al señalar, en la entrevista de Chiri, que su existencia “ha sido verdadera, intensa, auténtica, como un rayo, y no me arrepiento de nada” (p. 24). 

BIBLIOGRAFÍA:

Chiri, Sandro (2006). Abandoné el Perú con 30 dólares y dos hijas. Entrevista con Cecilia Bustamante. Martín, 14, pp. 19-24.

Belli, Carlos Germán (2006). Cecilia Bustamante, hela aquí. Martín, 14, pp. 35-36.

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