Máquinas y poesía en el siglo XX, por Alex Hurtado

Castillo, Luis Alberto (2019). La máquina de hacer poesía. Imprenta, producción y reproducción de poesía en el Perú del siglo XX. Lima: Meier Ramírez, 182 pp.

El siglo XX ha sido el más fructífero de la poesía peruana en su etapa republicana. La modernización de esta empieza a constituirse con la prédica y práctica de Manuel González Prada y se fortalece con la obra de José María Eguren. La aparición de voces destacadas en esta época invita a los investigadores a replantearse continuamente las distintas aristas que lograron hacer posible esto. En el ensayo La máquina de hacer poesía, Luis Alberto Castillo propone un primer abordaje a un aspecto clave para el desarrollo de la lírica peruana: la configuración de un discurso poético a través de las nuevas tecnologías, especialmente de la imprenta, la cual limitará o posibilitará nuevas formas de innovación. Este libro repasará las filiaciones y las tensiones que se desenvuelven entre la labor creativa y el trabajo editorial a lo largo de dicha centuria, y propone así nuevas posibilidades de lectura de ciertos libros destacados.

El panorama se inicia con el renovador González Prada quien, con la importación de formas poéticas europeas, cierra el ciclo que ligaba nuestra tradición con el hispanismo colonial. Pero, además, lúdicamente inicia un momento en el que la indagación por los nuevos soportes del libro se acentúa. Muestra de ello es la edición de Minúsculas (1901), un formato pequeño en el que el rondel y el triolet puede insertarse cómodamente, elaborada a partir de una prensa tarjetera de juguete por él, su esposa Adriana de Verneuil y su hijo Alfredo González Prada. La conciencia poética del autor ahora no solo se limita a la acción creadora, sino también al cuidado editorial.

La innovación que ofrecen las máquinas tipográficas posibilita acuciar nuevas modalidades de exploraciones artísticas. Así, dentro del periodo de las vanguardias, la renovación poética alcanza un nuevo paradigma dentro de la tradición peruana. Cinco metros de poemas (1927), de Oquendo de Amat, es quizá la muestra más radical del experimentalismo que obtienen estos poetas, y así lo evidencia el ensayista. Tal propuesta poética no hubiera sido posible sin el apoyo de la imprenta Minerva que los hermanos Mariátegui trajeron al país. Esta permitió, además, que la totalidad de libros y revistas fueran a la misma velocidad que la lucha de ideas que la época exigía. La aparición de Amauta (1926) y la periodicidad con que se imprimía favoreció el auge poético de las vanguardias, pero también a que el poeta crítico se consolidara a través de las páginas de la revista. Esta propuesta de lectura del fenómeno vanguardista se opone a aquella que encuentra una incipiente recepción de la modernización tecnológica que se limita a mencionarla acríticamente en sus poemas, tal como Vallejo apuntaba.

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Queda por observar y profundizar en posteriores investigaciones de qué manera las imprentas configuraron el medio crítico que estos poetas crearon en medio del momento de las vanguardias. No basta con mencionar hechos concretos, sino en reflexionar aún más sobre las consecuencias que la labor editorial consiguió en la poesía peruana, por ejemplo, con la aparición del volumen de Poesías de José María Eguren editado por Minerva: ¿de qué forma consiguió modificar el sitial literario del barranquino la publicación de sus dos últimos poemarios en un solo tomo?, ¿los errores del libro produjeron alguna repercusión, sea positiva o negativa, tanto en el legado de Eguren o en la reputación de la imprenta y en el aparato crítico contemporáneo?, ¿de qué manera Mariátegui consiguió la difusión de estos libros entre su red intelectual y mediante qué estrategias? Estas y otras preguntas nos ayudarían a construir un panorama más claro del momento emergente de la actividad editorial en el país, sobre todo con un autor fundacional como Eguren, y que podría llevarse a cabo en un trabajo más profundo. El presente no es sino un preludio necesario por su carácter inaugural.

Una interesante lectura que realiza, debido a su detenimiento en él, es con respecto a Trilce y España, aparta de mí este cáliz de César Vallejo. Con respecto al primero, resulta llamativo el desarrollo que tuvo los talleres tipográficos de la Penitenciaría de Lima, aquel lugar donde emergió también El caballero Carmelo de Valdelomar. En este último se nos presenta a dicho espacio como el único donde la luz puede llegar, debido a la actividad “redentora” que la profesión del editor puede lograr con respecto a su pena carcelaria. De manera similar, el poeta de Trilce libera a las palabras del yugo de la normalización que, a raíz de la aparición de las imprentas, se había fijado en diccionarios y gramáticas. Además, nuevamente, las labores de autor y editor vuelven a tener una conexión directa: “El poeta, al igual que el tipógrafo, se vale de las palabras como cosas de tal forma que no puede pensar únicamente en lo que la palabra dice, sino también en lo que su anatomía misma expresa” (p. 40). La materialidad de la palabra cobra un nuevo rol debido al auge de las imprentas en esos momentos. Cuando el poeta de Los heraldos negros realiza las críticas a las vanguardias al mencionarlas como un simple plagio de las modas europeas, lo que buscaba era que exploraran a través de una nueva sensibilidad las posibilidades que estas tecnologías ofrecían para para el desarrollo de un auténtico espíritu de la época. Este autor no necesitó nombrar los aparatos, sino que se valió de ellos para indagar en diferentes formas de innovación poética. El análisis del poemario desde esta perspectiva resulta novedoso, pues implica aterrizar la creación poética a un puerto material como el de la imprenta y sus consecuencias más directas.

Posteriormente, el ensayista destaca el papel ejercido por el poeta Javier Sologuren en su sello La Rama Florida y los escritores publicados en este, acto que muchas veces cae en lo anecdótico, pero que a su vez permite observar las dinámicas en las que el circuito literario se inserta a través de la imprenta. Un análisis más detallado se observa en el estudio de la poesía de este editor, sobre todo en el aspecto vinculado a la sensibilidad del impresor. De igual manera con el grupo Hora Zero, del cual repara en las posibilidades de apropiación de las máquinas de imprenta para la difusión de sus producciones poéticas y las nuevas estrategias editoriales que presentan estos poemarios.

El libro de Luis Alberto Castillo, creemos, presenta su mayor desarrollo crítico en la etapa de las vanguardias, específicamente en la obra de César Vallejo, lo que implica ser un primer paso para el desarrollo de la historia de la poesía desde la perspectiva de la máquina y los condicionamientos materiales que conlleva. Este debe ser trasladado también al estudio de las siguientes etapas apenas esbozadas en el ensayo, como es la obra de los autores editados por Sologuren o la de los horazerianos, sin duda, en un trabajo mayor. La máquina de hacer poesía inaugura una perspectiva que había sido dejada de lado por la crítica literaria [1], y que no puede ignorar a partir de ahora.

Notas:

[1] Un antecedente importante se encuentra en la exposición La página blanca. Entre el signo y el latido realizada por la Casa de la Literatura Peruana. Para más información, revisar el catálogo: http://www.casadelaliteratura.gob.pe/wp-content/uploads/2017/10/Catalogo_La-pagina-blanca-entre-el-signo-y-el-latido-1.pdf

Alex Hurtado Lazo

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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