“Este placer ya ha sido pagado”: tres poemas de Memorias de Electra, de Mariela Dreyfus

Fundadora junto a Roger Santiváñez de Kloaka (1982 – 1984), Mariela Dreyfus publica Memorias de Electra luego de su desintegración. En este poemario, Dreyfus se propone “romper con todo”, en especial, “la frágil moral de la familia burguesa”, como se menciona en la contratapa. A la poética de esta autora, según Andrea Cote, recorre “una preocupación dedicada por el cuerpo, primero como catalizador de la experiencia y posibilitador de hallazgos y luego como metáfora de la condición humana en tanto batalla permanente contra el tiempo”. Seleccionamos tres poemas de su primer libro con el interés de continuar la difusión y posterior investigación de su producción poética.

MEMORIA DE ELECTRA

Soy un hombre
He construido un templo
donde mi virilidad no tiene límites.
Cinco vírgenes me rodean
de día las desnudo al contemplarlas
de noche cubro sus cuerpos
con mi semen angustioso y renovado.
Esta necesidad
me viene de muy niño;
cuando intentaba soñar
me despertaban los gemidos
de mi madre y de su amante.
Pero soy un hombre.
Que nadie se atreva
a profanar mis reinos.

POST COITUM

Descender las escaleras del hotel
y que las cosas vuelvan a su antiguo espesor.
Este placer ya ha sido pagado:
todo es dinero   todo se vuelve papel moneda
el goce es dejado sobre sábanas prestadas.

Frente al espejo de la entrada
aliso mis cabellos / acomodo mis senos
al lado de mi muchacho
tímido como siempre en el primer abrazo.

El regreso a casa es solitario
y debo esconder mis pasos,
el olor que sorprenda a mi madre
mil veces violada y todavía virgen.

LO RECUERDO EN DESORDEN

pudiste ser mi andrógino esa noche
y que tus ojos fueran mis ojos y tu nariz fuera
mi nariz

no te reconozco respirando toscamente bajo mi
cuerpo

“dame una razón suficientemente fuerte para decir
que no otra vez”
dame una razón suficientemente fuerte, y yo
pronuncié un nombre extraño

cada vez rodando más abajo   Lince — Lima —
La Victoria
no conocía la línea Vipol ni las cicatrices de
sus pasajeros

era una señorita, repetías, pero mi tía —una zamba—
vendía ceviche
frente al portón donde nos ocultábamos

la calle Lunahuaná, ¿dónde queda la calle
Lunahuaná?
tu hermano está en el templo y nosotros estamos
borrachos

yo tuve que pagar ese placer a medias:
“tú también has gozado y además, yo no tengo
trabajo”
tu trabajo es encerrarte en ese cuarto para enanos,
entrar por la puerta falsa
y tirarte a mascullar palabras sin sentido.

[Dreyfus, Mariela (1984). Memorias de Electra. Lima: Orellana y Orellana Editores]

 

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