La festividad navideña que llega en esta época del año no ha escapado del tratamiento que el poeta hace con la realidad y el lenguaje. La Navidad en la literatura tiene un impacto que no ha pasado desapercibido para los poetas. Dos autores de los seleccionados han abordado la navidad a partir del nacimiento cristiano: Martín Adán se centra en la figura de María con el niño en el pesebre y José Watanabe incide en el tratamiento mariano en el que se advierte el padecimiento cristiano que llegará con la muerte. Los otros cuatro parten de una situación más personal en la celebración de esta fiesta, tanto galante y epifánica como en César Vallejo o trágica como en Abraham Valdelomar o Nicomedes Santa Cruz o la íntima y calurosa celebración de Varallanos. Desde la Red Literaria Peruana les deseamos felices fiestas de fin de año y, para celebrarlas, una selección de grandes poetas peruanos.
Abraham Valdelomar
El hermano ausente en la cena de Pascua
La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual…
Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.
La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reir
que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…
[En Las voces múltiples. Lima: Casa Editora E. Rosay, 1916.]
César Vallejo
Nochebuena
Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.
Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúmeos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.
Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta
cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el niño-jesús de tu amor.
[En Vallejo, César. Los heraldos negros. Edición Facsimilar. Lima: Sinco Editores, 2018]
José Varallanos
Este verano que llega a la ciudad como un
atleta, agitando las manos, ya me es conocido.
este verano que nos llevará al mar, al mar
aburrido de olas, en las mañanas de enero y
febrero recostadas de paisajes y dulces de
sombras bajo los árboles.
verano, sol fuerte, el campo, los balnearios
tirados, oyendo el mar.
verano y la navidad que va sonando como una
campanita en el corazón.
navidad en diciembre, mes dulce en acasos,
y los exámenes que acabaron y Shopenhauer
que nos da tristeza.
cada año hemos muerto un centímetro de alma
en todo.
aunque no queramos llamar, siempre llamamos
lo pasado. llamamos.
Es el tiempo el que nos borra de la vida, es el
tiempo.
día de navidad vestida de buen sol.
el día está profundo en Lima.
te amaré por todas las horas y en todos los
niños azules de juguetes.
y porque amo el sol será más amplio y la tarde
más suave y sueño,
el crepúsculo será una calcomanía delicada
que la sacaremos mañana muy tiernamente en
el alma.
el viento que nace entre los árboles, bebe
aéreo, será intimo nuestro.
todos están tristes en todos los niños que
pasan
acariñados con los juguetes inventado con
papel de cielo.
que pena! nosotros ya sin vacaciones intensas
en el alma
y nuestras manos sin cuentos y ya no ágiles de
juegos para siempre.
que atajen la infancia los policías divinos,
la infancia que se nos escapa de nuestro
cuerpo!
ah la tristeza como el color en el fondo de
todo.
navidad y los juguetes que cantan.
te obsequiaré el carrousel del alba adornada de
pájaros,
o un aeroplano de música que enternecerá las
nubes.
piensa niña que es un año más, que solo se
queda refugiado en la palabra.
yo estreno una nueva tristeza.
y amo a todos los niños porque estás
temblando en sus juguetes,
e inauguro tu ausencia en las calles, en los
carros, en los cines,
y en el latido de todos los días llevados por
nosotros.
[En Varallanos, José. El hombre del ande que asesinó su esperanza: poemas unilaterales. Lima: Editorial Minerva, 1928.]
Martín Adán
Navidad
Tus ojos
unen las manos
como las madonas
de Leonardo.
los bosques de ocaso,
las frondas moradas
de un Renacimiento sombrío
El rebaño del mar
bala a la gruta
del cielo, llena de ángeles.
Dios se encarna
en un niño que busca los juguetes
de tus manos.
Tus labios
dan el calor que niegan
la vaca y el asno.
Y en la penumbra,
tu cabellera mulle sus pajas
para Dios Niño.
[En Adán, Martín. Obra poética. Lima: Ediciones EDUBANCO, 1980.]
Nicomedes Santa Cruz
Nochemala
A los 59 mineros muertos por la negligencia de un ingeniero norteamericano
en Goyllarisquisga. Cerro de Pasco. Perú. Dic., 1964.
Pastores, venid, venid
al profundo socavón
donde dormita el carbón
con sueño di siglos mil.
Pastores, seguid, seguid
vuestro lucero en la frente
Cantadle al negro silente
que bajo tierra dormita
un huayno de dinamita
y que la veta despierte.
Venid, venid pastorcillos,
venid, venid comuneros,
huancas de los ventisqueros
ex reyes de soles fríos.
Dejad los flacos sembríos,
dejad la flácida llama.
Si la tierra ya no os ama,
si os desprecia el gordo mundo
hundíos en el profundo
vientre de la Pachamama.
Por los negros socavones
del ombligo de la roca
bajaron chacchando coca
y tosiendo sin pulmones. Setentaicuatro explosiones
sacudieron al Perú,
y estimulando el grisú
por el traidor gas metano
cincuentainueve peruanos
hallaron negro ataúd…
¡Pastores, salid, salid
del profundo socavón
donde crepita el carbón
con fuego de grados mil…!
Rotos de frente y perfil
negra muerte los iguala,
y en la trágica antesala
de una “Feliz Navidad”
hay guaguas, que en orfandad
sollozan su Nochemala…
[En Santa Cruz, Nicomedes. Canto mi Perú. Lima: Librería Studium, 1966.]
José Watanabe
La natividad
Esta es tu patria, hijo mío,
un establo donde tu madre
ya duerme
de regreso a nuestra especie:
hasta ahora
ella era un animal mítico: el vientre
avanzado
y habitado
por Ti, entonces voraz nonato,
que le consumías hasta los huesos.
Soy un hombre añoso, he visto
todo. Sin embargo.
me sobrecoge mirarte, mi recién nacido:
a pesar de las madres
todo niño está abandonado
sobre la vastedad de una tierra callada.
Tu madre,
muchacha todavía sorprendida
por Ti, no cantó
una canción de cuna. Mirándote
solo murmuró inacabablemente:
es espantoso esperar de Él
lo que esperan.
[En Watanabe, José. Habitó entre nosotros. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002]