Perú chicha. Dorian Espezúa Salmón. Lima: Editorial Planeta Perú S. A., 2018
No soy antropólogo y, sin embargo, escribí este libro sobre la cultura chicha. Lo escribí desde la perspectiva de un licenciado en Literatura. Tampoco sé, a ciencia cierta, a qué género discursivo pertenecen estos relatos que tienen de autobiografía, testimonio, ensayo, entrevista, crónica y cuento. Son relato des-generados. Todos los seres de ficción que aparecen en ellos son nativos de los mismos, son inmigrantes o fueron trasplantados de la realidad chicha que nos envuelve a casi todos. En ese sentido, todos los relatos son transcripciones metaforizadas de la realidad.
-Dorian Espezúa
Con las palabras anteriores, inicia el catedrático, ensayista y crítico literario puneño Dorian Espezúa el “Contrato de lectura” que abre su último libro titulado Perú chicha. Como es de esperarse de alguien que ha dedicado su vida a la literatura y a la crítica literaria, ofrece al lector desde el primer momento pistas clave desde las que leer su texto. Se convierte él mismo en su primer crítico, por lo que nos resultará fructífero dialogar con estas páginas introductorias. Su disculpa principal, la de no ser un antropólogo y escribir desde la posición de un licenciado en Literatura, creemos que se debe, más allá de no centrarse en textos literarios o de escribir sobre una “cultura”, a escribir sobre vidas de personas en nuestra sociedad. De otra manera, la disculpa podría haber sido a no ser un historiador del arte, un gastrónomo o un arquitecto, debido a que estas profesiones y más serían necesarias para abarcar lo chicha tal como lo comprende Dorian Espezúa. Lo esencial de este libro, por lo tanto, no es el ser un estudio académico (lo que, por otra parte, podría esperar aquel lector familiarizado con las publicaciones anteriores de su autor), sino, como se plantea en sus primeras páginas, una serie de relatos. Crea, de esta manera, una narrativa que no solo se nutre de la comprensión intelectual del fenómeno chicha, sino de la sensibilidad de un migrante capaz de transmitir tanto su experiencia vital como la de otros.
Tal como puede suponerse, el fenómeno chicha es multifacético y abarca muchos ámbitos. Sin embargo, en Perú chicha, se nos plantea que sigue una lógica central. Si bien se define lo chicha como una mezcla de mezclas, aquel elemento que permanece constante es lo andino. Ser chicha es ser andino, además de negro, chino, occidental, informal, huachafo, etc. Sus causas centrales serían la ausencia del Estado y la migración. Aquellos nuevos migrantes debieron ingeniárselas en la moderna realidad citadina. Aymaras, mochicas, quechuas, shipibos, todo el Perú reunido en su heterogeneidad construyó los conos urbanos y de aquella gran mezcla surgió una cultura que constituye el nuevo rostro de Lima, así como de las otras grandes ciudades del país, entre las cuales Puno es privilegiada en el libro, por obvias razones.
Entre los tópicos a los cuales el lector puede acercarse en este libro, se encuentran la arquitectura, la economía, la comida, la vestimenta, la música, la gráfica y la literatura. Todos ellos se abordan desde reflexiones del autor y relatos de vidas a las que él puede acercarse. Según la advertencia inicial, algunas de ellas son trasplantadas de la realidad, pero otras pueden ser ficcionales. Aquel sujeto que construyó su casa como una pirámide invertida, ganándole terreno al cerro, solo para verla destruida por un huayco en menos de una hora, aquel estudiante de literatura capaz de devorar banquetes pantagruélicos mientras cuenta su vida como sujeto chicha, son solo algunos de los personajes que protagonizan aquellos relatos que son “transcripciones metaforizadas de la realidad”. Más que metáforas, son metonimias, son partes que representan un todo complejo en constante devenir. En el último capítulo, dedicado a la literatura chicha, se plantea incluso que nos encontramos solo en los antecedentes de esta literatura que todavía está por ser escrita. La forma que tomará solo puede ser imaginada, pero el libro insiste en ponerle límites a su descubrimiento. No podrá ser únicamente una literatura que tome como tema las migraciones internas, ni aquella que utilice expresiones gráficas chicha como interjecciones al texto. La literatura chicha deberá ser, en esencia, literatura, tener un soporte escrito y una validez estética. ¿Será esta una visión lúcida de un fenómeno que inevitablemente afectará la creación literaria venidera? ¿Se convertirá este libro en una profecía que acarrea su propio cumplimiento cuando poetas jóvenes lo tomen como fundamento de un nuevo movimiento literario? Dejamos estas preguntas abiertas tal como tiende a hacer Dorian Espezúa en este nuevo libro.
Hasta el momento, nos hemos centrado en el contenido de Perú chicha en desmedro de los aspectos formales de la publicación. Debemos decir que, con lo que respecta a la portada y la diagramación, el libro cumple con su objetivo de interesar al lector desde el primer momento. La utilización de la estética chicha para el diseño externo resulta tan pertinente que es difícil imaginarse que hubiera podido ser de otra manera, mientras que el tamaño de la letra y el espaciado hacen que la lectura sea ligera y fluya adecuadamente con la prosodia del texto. No obstante, el trabajo de edición con respecto al contenido ha sido, por demás, defectuoso. Desde el primer momento pueden notarse errores ortográficos (ausencia de tildes, problemas de concordancia y letras adicionales). Estos deslices no resultan un gran problema, aunque pueden dificultar la lectura de un libro tan ágil e inmersivo, que podría leerse en una sola sentada si se dispone del tiempo. Lo grave son los errores en los cuales se utiliza la palabra incorrecta y el lector debe estar atento para comprender la falta de lógica creada por correctores desatentos. Para muestra, un botón: véase la página 79, en donde en vez de decir “arribista” por segunda vez debería decir “achorado” para seguir la antítesis que se plantea entre ambos términos.
En conclusión, nos encontramos ante un libro escrito por un académico, pero que no se dirige solamente a académicos. Los interlocutores de Dorian Espezúa no son en este caso solo los humanistas, sino que rebasa los límites de su propia disciplina para dirigirse a un público amplio y se configura así como un intelectual que vive en el mundo y no en una torre de marfil. Este, su último libro, dentro de su indeterminación genérica (crónica, testimonio, ensayo, autobiografía), intriga y perturba, interpela y arrastra hasta el propio cuestionamiento por la identidad. Aquellos que se reconozcan en estas historias podrán elegir identificarse como chichas, pero los que no, aquellos cuya historia quede aún por contar, quizá terminen la lectura con más preguntas que respuestas, lo cual, en definitiva, es el objetivo de todo libro.
Paulo Piaggi A.
Universidad Nacional Federico Villarreal